Marina Ari *

El propósito de este breve ensayo, es el de rendir un homenaje al Villca[1] Pablo Zárate, general Aymara quien definió un importante capítulo de la historia boliviana, es también el de mostrar la importancia del tejido de relaciones Aymaras que persiste hasta hoy y analizar la política de distorsión y ocultamiento de la participación indígena en la historia boliviana junto a una repetida conducta de traición -si no de exterminio a los indígenas- de la q’aritud[2] boliviana. Los «obispos» blancoides de la comunicación masiva en Bolivia insisten en afirmar que el pueblo Aymara no tiene objetivos, ni estrategias políticas, que sus formas de organización se conectan poco menos al paleolítico o que no existen sino de forma espontánea e irreflexiva, sobre todo proclaman a los cuatro vientos que somos retardatarios. El episodio Zárate en la historia Aymara, demuestra justamente nuestra persistente política nacionalista, nos emociona (a los originarios de estas tierras del Qullasuyu y el Tawantinsuyo) por su claridad en los objetivos, por su valor e inteligencia en el despliegue de estrategias militares y comunicacionales Qullas y sobre todo por la mística presente en cada acción.

En las primeras décadas de la Independencia la mayoría de Aymaras y Quichwas aún vivían en comunidades. El ataque más feroz y sanguinario por robar las tierras comunitarias se dio durante la presidencia del dipsómano y trastornado Melgarejo, quien repartió las tierras de las comunidades entre sus amigotes y los parientes de su amante Juana Sánchez, según Pearse «de acuerdo a relatos de esa época, ocurrieron episodios de genocidio y crueles matanzas, donde perecieron cientos de hombres, mujeres y niños campesinos», Santibáñez relata que los soldados comandados por el carnicero general q’ara Leonardo Antezana, se dedicaban a cazar a nuestros abuelos como a animales, apostando dinero para el «vencedor» que mataba más indígenas. Durante 1899 las haciendas de trabajo esclavista y feudal se habían extendido y Aymaras y Quichuas luchaban para defender sus derechos de tierras comunitarias. A finales del siglo XIX surge un astuto representante del liberalismo boliviano, Juan José Manuel Inocencio Pando Solares, nacido el 27 de diciembre de 1848 y asesinado el 17 de junio de 1917. Pando era un blancoide oriundo de Luribay, había estudiado medicina hasta sexto año y luego se había incorporado al ejército, fue presidente durante el período de 1899 a 1904 y enfrentó la Guerra del Acre durante la cual Bolivia perdió 190.000 km2 de territorio frente a la voracidad del Brasil y las torpes negociaciones diplomáticas de los q’aras bolivianos.

La esposa Aymara Quichwa

Una persona que convertiría a Pando en el «tata»[3] apoyado por un poderoso ejército Aymara, lo haría vencedor del enfrentamiento entre la oligarquía sucrense y la nueva oligarquía paceña y presidente de Bolivia, fue su esposa, la descendiente de caciques Aymaras y Quichwas, Carmen Warachi Sinchi-Roca[4]. Oriunda de uno de los núcleos esenciales de la nación Aymara: Sica Sica, Carmen Warachi fue el nexo entre Pando y los Aymaras.

T. Gisbert (1980:161) cuando se refiere a los Warachi[5] dice de ellos: «Los Guarachi son en el siglo XVII los caciques más importantes de los Pacajes y sin duda de los más poderosos que tuvo el Virreinato…». Varios miembros de esta familia tuvieron estrecha relación con los señores del Cuzco y posteriormente se plegaron a los españoles convirtiéndose en colaborantes. Por su parte el historiador Aymara Roberto Choque menciona la profunda importancia del «pacto Aymara Quichwa» que significa la familia Warachi una de cuyas ramas tenia ascendencia inka. Esta familia tuvo tal poder que todo Charcas, desde el Desaguadero hasta lo que hoy es Potosí y Chuquisaca, incluyendo Sacaca, Chayanta, Tiquipaya, Tomata, Moxcari, Cochabamba, Santiago del Paso, Quillaca, y Sora eran gobernados por ellos[6]. En la misma investigación sobre Jesús de Machaqa, Choque también menciona que algunos miembros de la familia Warachi en Jesús de Machaqa se convirtieron en abusivos caciques, sin embargo su mérito consiste en que mantuvieron el mismo orden de los originales ayllus Aymaras. La conservación de la estructura de los Ayllus Aymaras -sobre todo en la zona de Pacajes y Omasuyos- facilitó el nucleamiento e irradiación de las luchas libertarias Aymaras a partir de esta configuración.

Por otra parte los Sinchi Roca son la demostración del relacionamiento entre Aymaras y Quichwas. El valle del Cuzco antes de la ocupación de los Inkas estaba habitado por poblaciones Aymaras. El primer Sinchi Roca mencionado en la historia Inca es el hijo de Manco Capac y Mama Ocllo, quien gobernó por más de 20 años, probablemente desde 1230, a Sinchi Roca le atribuyen la ampliación del Intihuasi como parte del inicio de los ritos al sol y la construcción de los primeros camellones escalonados a gran escala para la mejora de la producción agrícola. Posteriormente se menciona al segundo Sinchi Roca relacionado con los señores del Cuzco: Apu Sinchi Roca quien era hijo de Yamque Yupangue décimo Inka y hermanastro de Huayna Capac. Aparentemente los Sinchi Roca se limitan al Perú, sin embargo, es conocido que una de las estrategias Aymaras para enfrentar el imperialismo Inka fue el casamiento de Aymaras con Quichwas, posteriormente la Nación Aymara se unió profundamente con los Quichwas en una hermandad forjada no sólo por un origen común sino también por una historia de sufrimiento común frente avasallamiento, explotación y genocidio de la invasión española.

Al contemplar una foto de Carmen Warachi[7] es muy fácil advertir el mestizaje que sufrieron algunas familias Aymaras; pese a este tránsito de clase social seguramente Warachi conservó los vínculos con la Aymaritud. Bajo estos antecedentes que rodean a la figura de la esposa de Pando, puede comprenderse que el espacio político tan delicado y difícil como fue el apoyo militante que tuvo Pando de los Aymaras no surgió de la nada como pretende la historia de los bolivianos quienes tienden a contar la historia de Bolivia como si en ella la mayoría poblacional indígena que la caracteriza no existiera. Cuando no pueden eludir algún hecho relevante protagonizado por un indígena lo presentan como bárbaro, salvaje, y otros apelativos racistas como en el caso del gran héroe y líder Tupac Katari. En el caso de Pando no explican -exceptuando el profundo estudio de Condarco- cómo fue que un ejército en desventaja, con escasez de armas y poca resistencia para la guerra haya vencido al ejercito constitucional sucrense, mejor armado y en el que participaban militares entrenados. Es más, parecería que Pando fue el único protagonista, el líder de cualidades excepcionales tanto militares y estratégicas como políticas, cuando el de las impresionantes dotes guerreras, políticas y estratégicas era el Villca Pablo Zárate, claro que como él era un indio Aymara, los bolivianos no le reconocen en su historia más que el papel de «salvaje come-q’aras». En realidad, la circunstancia que hizo posible que Pando cumpliera sus ambiciones fue el casarse con una influyente Aymara Quichwa; gracias a la familia Warachi, Pando pudo hacer fácil ese generalmente inviable diálogo intercultural entre su casta (la minoría blancoide q’ara) y la explotada pero numerosa aymaridad, diálogo que se dio en pocas oportunidades en la historia boliviana.

El objetivo Aymara del Villca Zárate

Sica Sica tiene por el norte a Larecaja, los Yungas y La Paz, por el noroeste a Omasuyos, por el oeste a Pacajes, por el sur al glorioso pueblo Uru Uru (Oruro). Durante el levantamiento Katarista (movimiento pionero en el Abya Yala y contemporáneo del levantamiento Haitiano), Sica Sica fue la zona de inicio de la rebelión, aunque los españoles invasores intentaron convencer a los Aymaras del Ayllu urinsaya de Sicasica para luchar contra las fuerzas libertarias Kataristas, miles de Aymaras de base se sumaron al ejército de Tupac Katari, porque Sica Sica es la cuna de grandes héroes Aymaras. La misma Mama T’alla Bartolina Sisa nació en el pueblo de Caracato vecino a Sica Sica, esta heroína de Sica Sica dirigió varias acciones bélicas y el 20 de mayo de 1781 en acción militar del planificada y dirigida por ella derrotó a la «flor y nata» de los militares españoles en La Paz con su ejército de mujeres y hombres Aymaras. En 1822 Tito Khuchha junto a Juan Manuel Cáceres dirigió un levantamiento en Sica Sica buscando restaurar el gobierno Incaico, aunque fueron masacrados dejaron la semilla de una larga lucha que hasta hoy prosigue. La misma esposa de Pando Carmen Warachi era oriunda de Sica Sica. Pablo Zárate fue originario de esta zona profundamente Aymara, no se conoce en que fecha nació, estuvo casado con Aida Aguilar y tuvo cuatro descendientes: Pío, Juan, Dorotea y Concepción. Rodea a este general Aymara un desconocimiento de su biografía y las fuentes espirituales y teóricas de las que se alimentó; sin embargo, su origen en uno de los núcleos Aymaras de más profunda raíz histórica Aymara, su comportamiento, pensamiento y esencia, es fácil de conectar con el profundo nacionalismo de Tupac Katari.

El clima político en que se desarrollan la actuación militar de Pablo Zárate y las ambiciones políticas de Pando está conformado por constantes masacres y saqueos a las comunidades Aymaras y Quichwas con el uso de la soldadesca boliviana, después de las matanzas los criollos usurpaban las tierras comunitarias, cometían abusos, robos y violaciones ayudados por el ejército, los juzgados y la prensa, todos parcializados con estos sectores etnicidas blancoides.

El acercamiento inicial de Pando a los mallkus Aymaras estuvo basado en la propuesta del establecimiento de una nueva forma de aplicación de la justicia boliviana frente a los problemas indigenales, y su reconocimiento frente a corregidores, cobradores de impuestos y otros mestizos impuestos por el sistema q’ara boliviano para exaccionar a los comunarios. El 6 de mayo de 1896 ya se expresó el apoyo militante Qulla a Pando cuando miles de Aymaras se asomaron a la ciudad de La Paz para expresarle su favor. Estos representantes que se asomaban a entrevistarse con Pando fueron violentamente reprimidos, golpeados y apresados por los militares bolivianos, las torturas a que fueron sometidos por los soldados bolivianos fueron malignas, Condarco relata que capturados y torturados humildes Aymaras, los soldados introdujeron a la fuerza «puñados de ceniza a la boca de los infelices indios y les obligó a vivar a Pando»[8], posteriormente se sucedieron similares episodios de brutalidad policial boliviana, en los cuales los Aymaras eran asesinados, excluidos a palos, apresados, o torturados del apoyo al candidato de su preferencia: Pando. Estos episodios permiten advertir dos situaciones, primero que el estado boliviano (como muchos estados racistas en América Latina, -para nosotros Abya Yala-) excluyó de todo derecho ciudadano a los indígenas, impidiendo que mostraran ni siquiera simpatía por algún candidato; segundo, que los tenaces Aymaras pese a siglos de exclusión, por no mencionar genocidio, persistieron en el plan extendido Qulla de ser protagonistas de su historia.

Los antecedentes de las luchas entre el criollaje paceño y chuquisaqueño, tienen varios componentes, uno de ellos es que Chuquisaca había sido el centro del realismo español y quería mantener su hegemonía basada en una supuesta aristocracia proveniente de su «herencia genética española», el otro elemento es la pugna entre los conservadores y los liberales y por supuesto el fundamental es que a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, las fuerzas económicas nacionales se concentraron en la región minera de Oruro, Potosí y La Paz.

La nueva burguesía paceña iba delineando proyecciones de crecimiento, el mismo Pando planificaba convertirse en un gran terrateniente, propósito que logró con las leyes de 1874 y 1880. Pando se convirtió en un representante de este sector y usó como motor ideológico del criollaje paceño -del cual era parte- el rechazo al unitarismo centrado en Chuquisaca. Por parte de Sucre, los defensores de la constitución encabezados por el presidente constitucional, el sucrense Fernández Alonso, eran descendientes de españoles y criollos, quienes aún sustentaban propósitos de mantener una supuesta aristocracia; en cambio, los Indígenas de la región de Sucre tenían similares condiciones a los Aymaras del centro Qullasuyano, iguales condiciones de esclavitud, masacres genocidas, robo de territorios, violación de mujeres y niñas por parte de los q’aras. Obviamente ellos no participaban en los esfuerzos centralistas de la pequeña elite chuquisaqueña; todo lo contrario, durante el levantamiento de Zárate, se volvió a activar la hermandad Aymara Quichwa como había sucedido ya en luchas anteriores.

Planteado el proyecto de federalismo por los liberales (que es más bien a un pretexto para hacerse del poder político, pues ganado el conflicto no lo concretaron) el presidente boliviano Severo Fernández Alonso se vio obligado a enfrentarse contra los sublevados liberales que pronto fueron encabezados por el oportunista Pando.

Fernández Alonso nacido en Sucre el 15 de agosto de 1849, gobernó Bolivia durante 1896 al 1899 con un lineamiento político conservador. Precisamente por su origen chuquisaqueño y su posición política más que por decisión de su voluntad, Alonso se vio obligado a encabezar el ejército conservador. Las fuerzas de Pando eran considerablemente inferiores al del ejército chuquisaqueño que avanzaba desde Oruro hacia La Paz, además no contaba con el suficiente armamento por lo que en pleno levantamiento los bolivianos liberales recién estaban realizando tratativas para adquirir armamento del Perú; en estas frágiles condiciones Pando llegó hasta Sica Sica a solicitar el apoyo Aymara. Estas negociaciones fueron facilitadas por la familia Warachi que servía de enlace a Pando con la Aymaritud. Por su relación matrimonial con Carmen Guarachi, él seguramente conocía que en esta región están concentrados los ejes más poderosos de la nación Aymara, Omasuyos, Pacajes, Sica Sica, Inquisivi; su propia esposa era oriunda de Sica Sica, y ella conocía el protocolo y simbolismo Aymara, así que los intermediarios se acercaron con el respeto y la ofrenda de coca a la Pachamama, para convencer a las comunidades para que apoyaran a los criollos paceños.

La aceptación de apoyo por parte del Villca (general) Aymara Pablo Zárate y otros líderes Aymaras como Juan Lero, Feliciano Mamani, Ascencio Fuentes y Manuel Flores, se hizo bajo la luz de la historia Katarista que plantea el autogobierno Aymara, reivindicación que se plantea ya de forma clara en los manifiestos de Tupac Katari. La serpiente resplandeciente, en misiva dirigida a los españoles tras la captura de su esposa la generala Bartolina Sisa, les ofertó que él enviaría a los europeos a su lugar, así ellos (los europeos) se irían a sus tierras[9], quienes quedarían para autogobernarse serían los originarios; esa fue la principal diferencia entre el líder Quichwa Tupac Amaru quien luchaba por reformas y aperturas para los indígenas en el gobierno de los españoles versus el Aymara Tupac Katari, quien quería que los españoles se fueran a Europa para auto gobernarnos nosotros mismos.

En la declaración del sanguinario fiscal blanco Vilaseca, quien ordenó la muerte de Lero, este boliviano declaraba que los guerreros del Villca Zárate «mataron por que se creían dueños de todo el territorio boliviano, y que la raza blanca usurpa sus derechos…»

Otra prueba de la continuidad del programa katarista se da el reproche que le hace el águila Aymara Pablo Zárate al corrupto, pequeño traidorzuelo Pando cuando éste ordena la eliminación de sus aliados Indios de ayer; cuando Pando dejaba el palacio presidencial se acercó a él una sombra que resultó ser el Villka Zárate pidiéndole una audiencia, el q’ara indigno se negó y Zárate le increpó: «no vengo a pedirte clemencia sino justicia. No cometí otro delito que seguir tus instrucciones y el de creer en ti y en tus promesas de emancipar a mi raza. Me has engañado y has engañado a mi pueblo!»[10]

Posteriormente varios historiadores reconocieron el propósito nacionalista Aymara, Bautista Saavedra por ejemplo escribió que el Villka Zárate planificaba el alzamiento de toda la raza Aymara y Salamanca LaFuente que Zárate buscaba el restablecimiento del imperio indígena.

La prueba más contundente son los hechos del levantamiento de Peñas cuando no sólo se propuso la constitución de un gobierno indígena sino se lo constituyó como acción directa: «La constitución de un gobierno indígena… Los caudillos del levantamiento no sólo aspiraron a restablecer el dominio de las nacionalidades de origen… constituyeron un gobierno indígena presidido por Lero y formado por Ascencio Fuentes, Feliciano Mamani y Manuel Flores… «[11]

El ejército Aymara

El 20 de diciembre de 1898 el ejército constitucional recibe la orden para marchar en campaña y la mimada y racista juventud blanca chuquisaqueña sale a la guerra interna a «aplastar … a esos aimaraes almidonados a esos bárbaros sanguinarios que no han tenido la dicha de gozar de un ápice de civilización»[12] corean los periódicos Sucrenses.

En contraste de un ejército bien pertrechado y armado y sobre todo con entrenamiento los liberales paceños no tenían armas ni entrenamiento militar, sólo desmesuradas ambiciones. El mismo diciembre los criollos paceños recién hacían gestiones para obtener armamento

Logrado el apoyo Aymara, miles de comunarios armados con sus q’urawas[13] e instrumentos rústicos de labranza estaban prestos para el combate, obviamente no iban a obedecer a un q’ara como Pando sino a un comandante Aymara, así que el movimiento fundamental de Pando fue dirigirse hacia Sicasica donde estaba el Ayllu de Zárate y se entrevistó con los Mallkus Aymaras seguramente para realizar promesas que luego traicionaría. Los mismos historiadores bolivianos discuten acerca de diversos ofrecimientos de Pando a los Mallkus, tales como el nombramiento como general a Pablo Zárate, la codirección del ejército y sobre todo la liberación de la población indígena y la restitución de tierras de origen. Augusto Guzmán reproduce esta versión cuando afirma que los federalistas prometieron a los Aymaras tierras y libertad.

Bajo la dirección del Comandante del Ejército Aymara, Willka Pablo Zárate, Mallku de Sica Sica, los guerreros Aymaras desarmados, campesinos en miseria, desposeídos y explotados se enfrentaron en desiguales condiciones con el ejército de la elite chuquisaqueña compuesto por jovencitos mimados, hijos de españoles y criollos. Sin embargo tenían ventajas sobre este ejército (y también sobre los criollos paceños) pues conocían el Altiplano donde se dieron los enfrentamientos y contaban con la gran fortaleza Qulla frente a los rigores climáticos y ambientales de la puna. El vigor de nuestra raza Qulla hizo que los luchadores de Villca pudieran resistir con el escaso alimento andino, pero sobre todo tenían el valor indómito de la Nación Aymara ese que ha hecho que con seis o más balas en el cuerpo, los luchadores y luchadoras Aymaras sigan batallando hasta el último aliento, que estando desarmados no se acobarden frente a la bala, junto a ello su profunda religiosidad, su consagración a la Madre sagrada, la Pachamama.

A medida que el ejército sucrense de elite ingresaba a territorio Aymara, era acechado por los guerreros Aymaras quienes desde las montañas lo vigilaban permanentemente, cada paso de las tropas constitucionales era conocido por el ejército de Pando gracias a los chasquis, emisarios Aymaras que hacieron posible que los criollos paceños previeran acciones militares en ventaja al ejército sucrense.

Los militares sucrenses pronto advirtieron que un «cerco de indios» -como ellos lo llamaron- los rodeaba. La posición racista de la elite chuquisaqueña hizo que sus primeros objetivos de ataque fueran las humildes comunidades Aymaras. En Corocoro, el elitario ejército ingresó a las comunidades robando, cometiendo abusos con los indígenas y disparándoles pese a que los habían recibido con hospitalidad propia de la práctica Aymara. Estos abusos, violaciones y genocidios se cometieron posteriormente en otras poblaciones indígenas y alentaron el levantamiento Aymara que fue el protagonista de la derrota del ejército de Sucre.

Las tácticas de lucha que usaron los Aymaras para confrontar sus q’urawas (hondas), piedras y palos contra el bien provisto armamento de guerra sucrense y vencer, fueron: la vigilancia permanente al ejército sucrense; información presta, oportuna y detallada sobre todos los movimientos de los constitucionales; la negación absoluta de información, alimentos, pertrechos, forrajes o agua; el hostigamiento psicológico cuando perseguían al asustado ejército sucrense con el sonido de pututus y gritos. Estas tácticas que fueron arrogantemente calificadas como «farsas de indiada» por los coroneles sucrenses quienes alardeaban que ya verían esos indios «cuando se afronte el pututu a la ametralladora» (General Jualían María López) lograron amilanar a las tropas sucrenses de tal forma que fueron totalmente derrotadas. Las ofensivas del ejército Aymara desarmado eran contundentes, en caso de dispersión o distracción de las patrullas, éstas eran inmediatamente atacadas; en otros casos se rodeaba con movimientos envolventes al ejército sucrense agotándolo; alentaban a la lucha cuerpo a cuerpo donde su bravura los hacía fáciles ganadores; percibían la vacilación de los contrincantes y los atacaban de forma temeraria aterrorizándolos. A finales de enero de 1899 el prefecto de Oruro afirmaba que por todas las rutas andinas se extendía un cordón humano de tres a cuatro mil Aymaras, el levantamiento Aymara Quichwa se había extendido hasta Potosí. Este bravo ejército Indígena tenía también diferentes estrategias militares tales como la interrupción de comunicaciones de las tropas constitucionales con sus altos mandos o el debilitamiento y dispersión de las fuerzas del ejército sucrense.

Q’aras paceños igual a q’aras sucrenses

Una característica generalizada en la historia de las relaciones entre los criollos (quienes siempre han gobernado Bolivia) y los Aymaras (en general con los indígenas) ha sido el choque entre dos filosofías, comportamientos y valores. Un ejemplo actual es el «caso de los tractores» y Felipe Quispe[14]; el año 2000 el estado boliviano firmó un convenio de 60 puntos por el cual, entre otros acuerdos, se comprometía a entregar tractores para «modernizar» el agro; esta es una reivindicación primaria de los trabajadores agrarios Aymaras que en pleno nuevo siglo observan que continúan arando con instrumentos prehispánicos. El gobierno de entonces firmó el convenio y hasta hoy, año 2004, el acuerdo no se ha cumplido en un 90%. Tanto el gobierno de Quiroga como el de Sánchez de Lozada utilizaron su propio incumplimiento para debilitar el liderazgo de Quispe y demostrar a los Aymaras que su lucha y sacrificio de vidas humanas había sido «inútil». En el actual gobierno de Carlos de Mesa recién el 3 de mayo del 2003 llegaron 39 de los 210 tractores comprometidos y algunos de ellos se han entregado (sin participación de la CSUTCB) a las zonas del oriente boliviano cuyos agricultores no participaron en las movilizaciones. Tal como varios pueblos indígenas, los Aymaras han confiado en la palabra del blanco; sin embargo, el resultado repetido de los convenios firmados entre blancos e Indígenas, ha sido que los blancos no respetan sus convenios, el blanco en su generalidad no honra su palabra. Esto sucedió con exactitud en el pacto entre Pando y Zárate Willka. Pando logró el apoyo Aymara bajo tres compromisos, el trato igualitario a los Indígenas; el federalismo, en el cual los Aymaras tendríamos autonomía y autodeterminación en nuestros territorios; y la restitución territorial. Después de que los Aymaras ganaron para él la guerra federalista, con pérdida de miles de vidas Indias, Pando arrojó su bandera de federalismo a la basura, e hizo asesinar a Zárate Willka; ese es el honor del blancoide boliviano.

Pese a que la ofensiva valerosa y estoica del ejército Aymara le dio el éxito final a Pando y su apoyo entregó triunfos al ejército federalista, la marca de la traición blancoide surgió prontamente.

La primera oportunidad fue en Mohoza (Cochabamba) donde arribó Clodomiro Bernal, abusivo comandante federalista de Pando, cometiendo atropellos a los originarios, azotó al corregidor Juan Bellot en la plaza pública por no ser diligente para proveer recursos a su tropa, exaccionó dinero al párroco del lugar, robó animales de los comunarios y seguidamente su tropa torturó a los humildes indígenas Quichwas. Estas arbitrariedades de los «socios» mestizos provocaron un levantamiento de cientos de comunarios dirigidos por Lorenzo Ramírez que marcharon hasta Mohoza y después de perseguir y cercar a los abusivos criollos acabaron con una veintena de ellos proclamando que ya no obedecían más órdenes que las de Zárate Villka.

Este hecho y levantamientos posteriores contra déspotas gamonales adelantaron los planes de traición de Pando quien para marzo dividió a la Aymaritud utilizando a la comunidad de Umala como enemigos del liderazgo de Zárate Villka, Los umaleños, quienes ocupaban una posición vertical hacia sus sus hermanos Aymaras mediante el control del mercado de coca en Oruro aceptaron el ofrecimiento de Pando para que Umala fuera el nuevo cuartel central Indígena pensando ganar ventajas.

Pese a esta división, un enorme sector Aymara Quichwa obedecía la comandancia de Zárate. La expansión del levantamiento Aymara (ver mapa 1) se planteó en gran parte del territorio de la nación Aymara en Bolivia, los principales líderes parecen haber sido los Villcas Feliciano Willka dirigiendo acciones en Cochabamba y Potosí, Juan Lero y el Villca Manuel Mita (conocido por la prensa de aquel entonces como Cruz Mamani) controlando Oruro además de Lorenzo Ramírez en Inquisivi, La Paz. Todos ellos aceptaban la dirección de Pablo Zárate y coordinaban y planificaban con él en su humilde uta en Caracollo. Las glorias del Villca Pablo Zárate y sus tropas se cuentan por toda la región Aymara Quichwa.

El 23 de marzo de 1899 el ejército Aymara -desarmado y sin apoyo alguno de los bolivianos federalistas- se enfrentó a la mejor unidad de los constitucionalistas: el batallón Alonso, este episodio se conoce como la masacre de Huayllas pues pese al valor de los Aymaras Zaratistas que lucharon desde las 5 de la mañana hasta las 3 de la tarde fueron pasados a cuchillo por los soldados, hay un río en Huayllas que se llama Chunchullmayo o Río de Tripas, pues los restos de los valerosos Quichwas descuartizados quedaron en ese río. Mientras la tragedia Indígena ensangrentaba Cochabamba, un dia después, el 24 de marzo de 1899, un escuadrón selecto de unitaristas llegaba a Caracollo matando a 5 indígenas entre ellos 2 mujeres y un niño que se encontraban entre un grupo de Aymaras que los observaban. No se esperaban que el sonido profundo de los pututus anunciaba que Willka se dirigía a Caracollo a la cabeza de un ejército de 2000 Kataris. Los dos grupos se encontraron en Vila Vila, donde los guerreros Aymaras sin más armas que sus q’urawas enfrentaron a los cañones y fusiles de un ejército regular. En vez de huir de los cañones, los soldados zaratistas, aprovechaban el cañonazo para correr hacia el enemigo dejando la explosión detrás de ellos, su admirable coraje e inteligencia les mereció una brillante victoria militar. Ese triunfo no alegró a Pando, por el contrario, en misivas secretas exigió armas a sus aliados blancos para enfrentar al ejército Aymara.

Tras el triunfo militar en Caracollo, Zárate lanzó un manifiesto que se conoce como «La Proclama de Caracollo». Este documento es un ideario Aymara que plantea -entre otros puntos- principios largamente perseguidos: 1) «deseamos hallar la regeneración de… Bolivia», 2)»los indígenas, los blancos nos levantaremos a defender nuestra República de Bolivia…que quiere apoderarse…/Alonso/…vendiéndonos a los chilenos» 3)»…deben respetar los blancos o vecinos a los indígenas porque somos de una misma sangre e hijos de Bolivia, deben quererse como hermanos con los indianos… hago prevención a los blancos… para que guarden el respeto con los indígenas…» . En cuanto a la regeneración de Bolivia se trata del propósito de liberación tan fuertemente perseguido por los Aymaras, la forma de liberación propuesta es la armonía, la justicia, el respeto entre la q’aritud y los Indígenas, detrás de esta propuesta se manifiesta el profundo nacionalismo del Aymara que buscó hacer de Bolivia una nación basada en el tolerancia y equidad. La respuesta de los q’aras fue un NO. No a la tolerancia. No a la equidad. No a la justicia. No al respeto a los Indígenas.

La victoria de Zárate en Caracollo decidió a Pando para la toma de Oruro donde se encontraba el presidente Alonso con las tropas unitarias. El 10 de abril de 1899, Pando partió de Caracollo rumbo a la toma de Oruro, a la vez el ejército constitucional comandado por el presidente Alonso, también se movilizaba hasta San Juan espiado por los Chasquis Aymaras quienes informaban del menor movimiento de las tropas unitaristas a Pando. Cerca de Oruro los sucrenses observaron que en los cerros se desplegaba el numeroso ejército Aymara comandado por el mismo Zárate. En esta batalla final estaban también los legendarios Villcas, Cruz Mamani y Lorenzo Ramírez, después del primer enfrentamiento con el ejército Aymara Alonso descubrió que detrás del ejército Zaratista se encontraba el ejército criollo de Pando. Al amanecer las tropas de Alonso estaban derrotadas. El júbilo se apoderó del criollaje paceño, pronto la prensa boliviana proclamó que los «indios» no habían participado en la batalla, días después Pando advirtió a los «indios» para se retiraran a sus comunidades en silencio y ordenó a los soldados que desalojaran violentamente a los Aymaras y Quichwas que continuaran sublevados. No habían pasado dos semanas cuando inició una feroz persecución a los líderes Aymaras que le habían dado el triunfo.

El 23 de abril de 1899, solo 10 días después de la batalla del 2do. Crucero donde lucharon y murieron los Aymaras Zaratistas, el anciano Apu Mallku Juan Lero quien mediante la acción directa proclamara el gobierno Indígena en Peñas fue detenido, la misma suerte corrió Mauricio Pedro quien protagonizó el levantamiento indígena de Sacaca. En la misma fecha fueron apresados Cruz Mamani y el mismo Villca Pablo Zárate. 90 Quichwas fueron aprehendidos y arrastrados a La Paz, por los sucesos de Mohoza. Cruz Mamani fue abatido a tiros por los soldados bolivianos, Juan Lero murió de frío y hambre el 14 de enero de 1901 a los 70 años en su inhóspita celda. En julio del mismo año Zárate dejó la cárcel en un episodio no aclarado y posteriormente fue asesinado por un grupo de blancos en Imilla Imilla, la comunidad donde había nacido. Sus tierras y las de su comunidad fueron -según el historiador Condarco- miserablemente usurpadas por el traidorzuelo José Manuel Pando.

Hoy es 23 de abril de 2004, han pasado 105 años después de ese 23 de abril cuando fueran arrastrados a la cárcel y a la muerte los Villcas Aymaras, mi homenaje al Apu Mallku Juan Lero, al admirable general Aymara Pablo Zárate, al valeroso Cruz Mamani y los levantados Quichwas. Han transcurrido 105 años y la situación no ha cambiado mucho; en septiembre y octubre del 2003 la q’aritud en el estado boliviano realizó las masacres Aymaras más recientes contra un pueblo desarmado; expulsado el kharisiri Sánchez de Lozada, su vicepresidente descendiente de españoles por padre y madre, Carlos Diego Mesa Gisbert, asumió la presidencia de Bolivia en representación del criollaje «moderado». Olvidaron ellos? No olvidemos nosotros que en el 2000 alguien les dijo que ya estamos cansados del inquilino abusivo, que Zárate les propuso y demostró que «deben respetar los blancos… a los indígenas», que Tupac Katari prometió que volvería y sería millones.

* Marina Ari. Es coordinadora de AymaraNet. Docente de la Universidad Mayor de San Andrés.

Bibliografía

  • Antezana Ergueta, Luis. Las grandes masacres y levantamientos indígenas en la historia de Bolivia (1850 -1975). Ed. Juventud. La Paz, Bolivia: 1994
  • Ari, Marina. Bartolina Sisa, la generala Aymara y la equidad de género. Ed. Amuyañataki. Qullasuyu, Chuquiago Marka: 2003
  • Chachaki, W.T.A. Glocalismo democrático y el futuro del pueblo Aymara. En Aruskipasipxañasataki. El siglo XXI y el futuro del Pueblo Aymara. Ed. Amuyañataki. La Paz, Bolivia: 2001
  • Choque Canqui, Roberto. Jesús de Machaqa: La marka rebelde. Tomo 1. Cinco siglos de historia. Ed. Plural. Cuaderno de investigación 45. La Paz, Bolivia: 2003
  • Condarco Morales, Ramiro. Zárate, el «Temible» Willka. Historia de la rebelión Indígena de 1899 en la República de Bolivia. Ed. Renovación. 2da. Edición. La Paz, Bolivia: 1983
  • De Lucca D., Manuel. Diccionario Aymara – Castellano, Castellano – Aymara Comisión de Alfabetización y Literatura Aymara -CALA-, La Paz – Bolivia Marzo de 1983.
  • De Mesa, José. Gisbert, Teresa. D. Mesa Gisbert, Carlos. Historia de Bolivia. Ed. Gisbert. La Paz, Bolivia: 1997
  • Gisbert, Teresa. Iconografía y Mitos Indígenas en el Arte. Ed. Gisbert. 1a. Edición. La Paz, Bolivia: 1980
  • Gumucio Dagrón, Alfonso. Provincianos hegemónicos. Bolpress: 2 febrero: 2004
  • Pearse, Andrew. Campesinado y Revolución: El caso de Bolivia. En: Calderón, Fernando. Dandler, Jorge. Compiladores. Bolivia: La fuerza histórica del campesinado. Ed. CERES. Cochabamba, Bolivia: 1984

Notas

  • [1] En la antigua cultura Aymara se invocaba al sol -en las ceremonias religiosas- como «Tata Villca», pero también Villca se ha usado como un grado militar Aymara.
  • [2] Viene de la palabra Q’ara del idioma Aymara que significa persona que llegó sin nada y luego se enriqueció a costa de otros, es también un adjetivo que damos los Aymaras a los blancos puesto que llegando ellos sin mayores posesiones robaron la tierra y minerales, nos esclavizaron y se hicieron de los gobiernos que sus descendientes usufructúan hasta hoy.
  • [3] Tratamiento respetuoso que brindan los Aymaras a una persona de jerarquía, es equivalente a señor, pero también a padre.
  • [4] Según Antezana Ergueta. 1994
  • [5] La forma correcta de escribir este apellido Aymara es Warachi. Según De Lucca (1983) significa «El protegido de las estrellas. // El sembrador, el que desparrama la semilla.»
  • [6] Roberto Choque citando a Joseph Fernández Guarachi.
  • [7] Foto publicada en «Masacres y levantamientos campesinos en Boliva» de Luis Antezana E.
  • [8] Condarco Morales, Ramiro. Zárate, el «Temible» Willka.
  • [9] «In one dispatch, Katari announced, «Tus, I will send all the Europeans on their way, so that they move to their lands»…». (Thomson 2002: 207). El autor americano Sinclair Thomson en el libro «We alone will Rule. Native Andean Politics in the Age of Insurgency» es uno de los primeros autores en reconocer la esencia pionera del levantamiento Katarista y su carácter de lucha por el autogobierno de la Nación Aymara.
  • [10] Condarco Morales 1983:409
  • [11] Condarco Morales 1983:384
  • [12] Del periódico «La Industria» de Sucre, citado por Condarco Morales.
  • [13] La q’urawa es la honda Aymara.
  • [14] Felipe Quispe es Secretario General de la Central Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) y diputado indígena por el partido Movimiento Indígena Pachakuti (MIP); el año 2000 encabezó un importante movimiento Aymara en busca de largas reivindicaciones.