Roberto Choque Canqui

Antes de crear una institución propia de los aymaras quechuas, los caciques, apoderados y otros representantes de las comunidades de toda la República de Bolivia, desde 1912 protagonizaron una lucha incansable, tanto individual como colectiva contra los usurpadores de tierras comunitarias, los abusos cometidos por las autoridades locales y los vecinos de los pueblos rurales.

Murales políticos en El Alto | elaltonoticias.blogspot.com | 2010/03/10

Los caciques principales que han destacado por su lucha, entre 1912 y 1933, fueron Santos Marka T’ula, Faustino Llanqui, Marcelino Llanqui, Dionisio Paxipati, Francisco Tancara, Mateo Alfaro y Rufino Willka. Estos además de defender las tierras comunitarias, buscaban la instalación de escuelas indígenas en sus comunidades.

Entre los propugnadores de creación de escuelas se distinguió Marcelino Llanqui, quien en 1920 en calidad de profesor ambulante había establecido escuelas en su propia comunidad de Jesús de Machaca, lo cual posteriormente motivó a protagonizar una sublevación de comunarios contra el corregidor y los vecinos de esa.

Más tarde aparece otra figura, se trata de Eduardo Leandro Nina Quispe y sobre éste nos ocuparemos más adelante. En el lado peruano, el movimiento indígena también llegaba a su auge. En 1914, Rumi Maqui Ccori Zoncco (Teodomiro Gutiérrez Cuevas), Jefe Supremo de los Pueblos Indígenas y Generalísimo de sus Ejércitos, tenía ya organizado su Estado Mayor, su cuartel, su Bandera y asimismo estableció sus ramas (cuotas) de dinero seguramente para sostener la guerra indígena contra las explotadores. Para cortar los abusos de una vez por todas, el mejor camino propuesto para salir de esa situación fue la restauración del Tawantinsuyo (Vasallo 1979).

Entre los indígenas aymaras de La Paz no faltó la iniciativa e interés de fundar un centro educacional a nivel nacional para todas las comunidades (ayllus) de la República de Bolivia. Mientras las autoridades educativas se esforzaban por establecer las escuelas normales rurales en el altiplano, los propios indígenas ya sean comunarios, colonos de haciendas o citadinos se lanzaron a la creación de un centro educativo que coadyuve la enseñanza y el movimiento reivindicativo de sus tierras.

En ese sentido la institución que se creó constituía de hecho un centro generador de ideas y hombres entrenados en la lucha contra el sistema imperante. Esta institución al principio fue denominada la «SOCIEDAD REPÚBLICA DEL COLLASUYO«.

La «Sociedad República del Collasuyo» fue fundada en la ciudad de La Paz, el 8 de agosto de 1930 (1), por el indígena Eduardo Leandro Nina Quispe, siendo así uno de los destacados impulsores de la educación indígena. Desde entonces la Sociedad o el «Centro Educativo Collasuyo» tuvo múltiples actividades. A los diez días de su fundación, el 18 de agosto de ese año, la primera impresión sobre su presidente fue reflejada en los siguientes términos: «El esforzado indígena Nina Quispe, que en un arranque de eclosión cívica ha resuelto iniciar la fundación de la República del «Collasuyo» a base de su obra dinámica educacional«.

Por otra parte, el semanario «Claridad», órgano de prensa de la ciudad de La Paz, correspondiente a 7 de diciembre de 1931, comentaba sobre la admirable labor de Nina Quispe, puesto que éste había estado trabajando silenciosamente «por la grandeza del Collasuyo, dedicándole todas sus atenciones y energías, para su resurgimiento, dejando a un lado la política y las inútiles discusiones sobre el origen de la crisis mundial».

Ni tanto disparate que en ese momento embargaba «la atención de todos los mandatarios del mundo», sino que firme y convencido seguía «instruyendo a los suyos y dotándoles del tributo del saber». Este comentario no era exagerado. Entre los años 1928 y 1930 los fundadores de escuelas indígenas en las regiones altiplánicas, especialmente en La Paz, fueron Eduardo Leandro Nina Quispe, Manuel Inca Lipe y su esposa, Petrona Callisaya, quienes promocionaron numerosos alumnos. Así, Eduardo L. Nina Quispe en la escuela de la calle Yanacocha (ciudad de La Paz), en 1928, promocionó 21 alumnos, en 1929, 2.000 alumnos y en 1930, 2.681 alumnos. Por su parte Manuel Inca Lipe y su esposa en la comunidad de Pucuro del cantón de Santiago de Huata de la provincia Omasuyos, promocionó 74 alumnos, el 12 de noviembre de 1930 y en 18 de diciembre de ese año, 51 alumnos.

El «Centro Educativo Collasuyo» era una institución comunitaria de ayllus, su dinámica de accionar se encontraba expandida en las comunidades de la república, cuyos linderos o mojones lo separaban con las demás de la América.

La República de Bolivia como en la actualidad hacia 1931 estaba dividida en nueve departamentos: Chuquisaca, La Paz, Cochabamba, Potosí, Oruro, Santa Cruz, Tarija, Beni y El Litoral. Esta división política ha sido mantenida y obedecida en su ordenamiento por todos los bolivianos para conservar la libertad.

Pero la mayoría de la población boliviana históricamente ha sido siempre indígena con raíces culturales preincaica e incaicas. Los idiomas aymara y quechua eran hablados por la mayoría de la «raza indígena», el castellano lo hablaban los blancos y mestizos, a quienes los indios debían considerar como sus hermanos.

Los miembros de la nueva institución eran «todos los delegados e hilacatas de las distintas comunidades del departamento de La Paz» situadas en las catorce provincias: Murillo, Ingavi, Los Andes, Omasuyos, Larecaja, Muñecas, Camacho, Caupolicán, Loayza, Sicasica, Pacajes, Nor Yungas, Sur Yungas e Inquisivi.

Desde luego, el «Centro Educativo Collasuyo» pareciera que no causaba sospecha entre la oligarquía gamonal sino que contaba con la simpatía de algunos personajes importantes del país y estudiosos de las culturas pretéritas del Qullasuyu.

Así el 26 de diciembre de 1931, Arthur Posnansky, estudioso de la cultura de Tiwanaku, respondiendo al oficio de Nina Quispe le decía: «me cabe indicar que el acto de la expresada colocación de la kantuta sobre la Wiphala, con la asistencia de los representantes indígenas, caciques y elementos representativos», programado para el día domingo 27 de ese mes a horas 15:00, se llevaría a cabo en el local del Club Bancario, donde funcionaba «la exposición indianista» y donde se esperaba para honrar ese «solemne acto, por parte de la clase indígena en su mayor número posible».

Seguramente para ese acto, Nina Quispe también invitó al señor Presidente de la República con el propósito de contribuir a los festejos de la Semana Indianista. El presidente de la República, contestando a su invitación, en fecha 28 de diciembre de ese año, le deseó que todos los trabajos de la Sociedad presidida por Nina Quispe, «tengan por mira la grandeza de Bolivia, que es nuestra patria común». También el Ejército de Bolivia a través del Estado Mayor, el 2 de enero de 1932, respondiendo a un oficio del señor presidente del «Centro Educativo Collasuyo», fechado el 30 de diciembre de 1931, le expresó haber recibido los boletines en los que se hacían las transcripciones de peticiones de varios comunarios hechas a los poderes públicos.

Resaltaba que ha sido muy plausible la actitud asumida por la «raza indígena» en todo lo que se refería «a levantar su nivel moral y cultural», y sobre el servicio militar le manifestó que se ha impuesto desde hace mucho tiempo la obligación de encaminar y encausar las actividades de los conscriptos por medio de la persuasión. El trato que se dispensaba al soldado hasta ese momento, era en forma humanitaria y de «absoluta igualdad». Al mismo tiempo, al igual que el Presidente de la República, les deseó felicitaciones y prosperidad a todos y cada uno de los miembros de la mencionada institución indígena.

La creación de la «Sociedad República del Collasuyo» al principio no fue combatida por sus adversarios por que sus actividades no estaban orientadas contra los intereses de los llamados «blancos». Pero seguramente nadie se habría preguntado cuáles eran los objetivos que perseguía esa institución dirigida por los propios aymaras.

Claro está uno de los objetivos principales era la educación y subsidiariamente la extensión cultural indianista. Sin embargo, entre sus actividades se incluía la publicación de documentos relacionados al movimiento indígena, más que todo los relacionados a la cuestión de tierras. Esta última ha de ser uno de los puntos cuestionados por sus enemigos para ser destruida posteriormente.

Eduardo L. Nina Quispe, con el objeto de fortalecer y asegurar el funcionamiento de la institución. Que dirigía y dadas las circunstancias desfavorables para sus buenos propósitos, tuvo que buscar a veces el apoyo de un gobierno de turno o simpatizar con éste.

El 5 de octubre de 1932, Nina Quispe, al conocer los asechanzas de los enemigos del gobierno, cursó una nota de protesta al Excmo. señor Presidente de la República, Dr. Daniel Salamanca, manifestándole que estuvo «hondamente conmovido por la incomprensible momentánea de parte de algunos elementos impresionables que han llegado al punto de faltar a la autoridad cometiendo un desacato», por ese motivo, la Sociedad que presidía hizo llegar «su voz de protesta contra semejantes actitudes», y se congregaba «alrededor de la autoridad suprema de la nación, para que continúe su camino».

La respuesta del presidente de la República no se dejó esperar. De manera que, el 6 de octubre de 1932, le respondió diciendo que «tengo grato manifestarle que quedo muy agradecido a su voz de protesta, ya que ella está inspirada por un desinteresado patriotismo».

A pesar de todo ello, el presidente de esa institución indígena, fue combatido por algunos elementos políticos, ya sea dentro o fuera del gobierno, quienes empezaron a conspirar contra su funcionamiento.

Así el subprefecto de la provincia de Omasuyos, el 14 de noviembre de 1932, informando sobre los sucesos de Ancoraimes al señor prefecto de La Paz, entre otras cosas, le manifestó que era «indispensable establecer una estricta vigilancia» sobre las actividades de los indígenas Santos Marca T’ula y Eduardo L. Nina Quispe, éste último profesor de escuelas indígenas, quienes ejercían «una poderosa influencia sobre los comunarios del Departamento» de La Paz.

A los diez días de esta denuncia, el 24 de noviembre de 1932, la autoridad judicial le había decomisado todos los documentos personales de Eduardo L. Nina Quispe, todo el archivo del «Centro Educativo Collasuyo», y como también su correspondencia oficial, pero no habría logrado, «con este medio, conseguir los papeles comprometedores» con la propaganda comunista. Sindicación no comprobada. La represión empezó no solamente decomisando la documentación de la mencionada institución sino también con la detención de algunos de sus miembros. Más adelante, Nina Quispe manifestó al prefecto en los siguientes términos:

«Ya que nuestra acción cultural se refleja por nuestra documentación y actuaciones oficiales, de las que se comunica a las autoridades constituidas, probándose que no realizamos manifestaciones ocultas, queremos poner en su conocimiento de que nuestros arrestados han sido sometidos a torturas y vejaciones de parte de ciertos individuos, lo que pongo en su conocimiento para que sirva disponer la libertad de ellos».

De ese modo la institución fue afectada con la detención de algunos de sus miembros y cuya libertad exigía el mencionado Nina Quispe. El celo político, más que cualquier otro factor, fue determinante para la destrucción de la «Sociedad República del Collasuyo» (o Centro Educativo Collasuyo) que había impactado su funcionamiento en el ámbito nacional. Después el presidente y los demás miembros de esa institución tuvieron que buscar algún apoyo del poder político del Estado y de la iglesia para salvar su existencia como tal, pero era muy difícil para enfrentar a sus enemigos que tenían todo apoyo político y poder de decisión.

El 23 de enero de 1933, Eduardo L. Nina Quispe y su secretario de actas, Juan de Dios Sirpatico, se dirigieron con mucha reverencia al Ilustrísimo señor Obispo de la Diócesis manifestándole que la Sociedad indígena que presidían deseaba proseguir sus labores bajo los auspicios de «Nuestra Señora Madre, la Virgen de La Paz», cuyo culto se celebraba el día siguiente.

Entonces como quiera que la defensa de tierras comunitarias era uno de los objetivos de la institución, le rogaron diciendo «quiere poner bajo su generosa protección las gestiones pendientes al reconocimiento de los títulos coloniales sobre sus pertenencias, así como las de las tierras de Manso y Ñuflo de Chávez, que en estos momentos detentan el pueblo de Guaraní». En cuanto a los soldados bolivianos que se encontraban en el Chaco, dijeron «queremos a su sagrada imagen rogar por la vida y salud de nuestros hijos que combaten en el Sud Este defendiendo la soberanía nacional, hollada salvájemente por el rapaz Guaraní». Además de su adhesión y recuerdo, ofrecieron para el día siguiente «una coronación de kantutas a la Santísima Virgen de Nuestra Señora de La Paz».

Siguiendo siempre a los mencionados indígenas, se puede percibir que ellos no contaban con alguna garantía ni defensa. Sin embargo, el 25 de enero del mismo año, Eduardo L. Nina Quispe, presidente de la Sociedad y Juan de Dios Sirpatico, secretario de actas, solicitaron al prefecto del Departamento de La Paz su autorización para celebrar en la Basílica una misa de acción de gracias por el país con la asistencia de la «Sociedad República del Collasuyo», portando su estandarte.

Además, el objeto de esa solicitud era para advertir a la autoridad prefectural que el acto religioso no sea confundido con los actos políticos, por que como quiera que ese sencillo acto al que debían concurrir los caciques, delegados representantes, jilaqatas y alcaldes de las comunidades, podían ser utilizado por la policía por algunos émulos propios para señalar como acto de indisciplina o subversión, dados los prejuicios comunistas que dominaban al señor jefe de investigaciones, rogaron a esa autoridad que previniera a la policía no tomar «ninguna medida de violencia».

Pero no sabemos todavía si ese acto ha sido llevado a cabo o no, dado que el celo político por las actividades de los miembros de esa institución indígena cesaba en asechar su continuidad.

Después de un mes, el 28 de marzo de 1933, Eduardo L. Nina Quispe y Manuel Inca Lipa, mediante un oficio se dirigieron al prefecto manifestando estar «profundamente indignado por la sindicación de comunista que se ha permitido hacer el señor Jefe de la Legión Cívica haciéndose eco de la denuncia de un individuo descalificado llamado Nicolás Ochoa o Montes de Oca, quien ha tenido la habilidad de sugestionarlo a aquél haciéndole creer -con versiones- absolutamente falsas, inspiradas por un ruin y mezquino sentimiento de venganza, por las fechorías cometidas en Santiago de Machaca«.

A pocos días de ello, efectivamente Nina Quispe y otros Indígenas son detenidos bajo el pretexto de que ellos hacían propaganda comunista. El 5 de mayo de 1933, los indígenas Alejandro Quispe y Manuel Inca Lipe hicieron conocer su protesta al prefecto del departamento de La Paz manifestando de que «hace ya más de una semana han sido sometidos a detención los indígenas Eduardo L. Nina Quispe, Mariano Quispe, Esteban Machaca y otros» a quienes se los acusaba de realizar «propaganda comunista», lo que para ellos era una falsedad puesto que habían «demostrado por innumerables pruebas y atestaciones», siendo que sus actividades mismas no eran «sino tendientes a la instalación de escuelas de alfabetización de los indígenas que se encontraban «sumidos en la ignorancia mas grande»; así, como también tenían cuidado de que sus títulos de «propiedad sean arreglados conforme a los títulos revisitarios» que han conseguido desde el año 1884.

En ese entendido las actividades de los detenidos eran suficientemente claras y se encontraban «a la vista de las autoridades y particulares»; par tanto, no constituían de ninguna manera como actos delictivos, puesto que obraban con autorización de las mismas autoridades, «quienes han autorizado los poderes que los indígenas comunarios» en forma legal.

Entonces los mencionados indígenas peticionarios se preguntaban ¿Cuál era pues el motivo por el cual se los perseguía y sometía a detención a los indígenas ancianos?. El motivo era el pretexto de haber realizado la propaganda comunista (o reclamo de la delimitación de sus tierras). Los referidos detenidos se encontraban recluidos en el cuartel de carabineros sin proceso alguno, pues el iniciado hace algún tiempo contra algunos representantes indígenas encontraban ante el juzgado primero de Instrucción, donde han prestado sus declaraciones indagatorías y luego han sido puestos en libertad, esto «seguramente por no haber suficiente prueba» en contra de ellos por los su puestos delitos denunciados.

Sin embargo, nuevamente parece que se tratara nada más que causarles molestias con arrestos todo hasta cierto punto, por orden del Fiscal de Distrito que no sabia por qué motivo se ha ensañado con ellos acusándolos de comunistas, lo cual no podían comprender y pensar en ello, ya que como indígenas eran propietarios de sus tierra, por cuya delimitación iban reclamando y sólo este podía ser el motivo por el cual eran detenidos.

Por consiguiente, los peticionarios, esposas e hijos de los detenidos nada tenían que ver con esa clase de trajines que se sindicaba, esto estaba en la conciencia de los mismos sindicados por que ellos jamás se dedicaban a otra cosa que a buscar un futuro honorable para los indígenas a quienes representaban; todo ello realizado de acuerdo a los sentimientos patrióticos y de acuerdo también con las autoridades, puesto que éstos además les han autorizado para que ellos se ocupen de esa «tarea de alfabetización».

Entonces no habiendo otro motivo que justifique tales detenciones, suplicaron que su autoridad se manifieste si es que no conoce el atropello que están cometiendo con nuestros representantes, para que con su espíritu verazmente justo y patriota, se sirva ordenar la libertad de los indígenas nombrados y que se encuentran sufriendo una detención injusta en el cuartel de carabineros, sometidos a trabajos forzados. No se sabe cuál fue la respuesta del prefecto y su actitud con relación a ese reclamo.

Sin embargo, el 18 de marzo de 1934, el teniente coronel Justiniano Zegarrundo, Comandante de la Legión Cívica, dirigiéndose al señor prefecto del Departamento de La Paz, informaba manifestando «debo dejar que la Legión Cívica que inició una laboriosa campaña contra los comunistas, adelantándose a la última sublevación indígena del altiplano ha tomado medidas contra uno que se titulaba nada menos que Presidente de la República de Colllasuyo llamado Eduardo Nina Quispe, indígena que valiéndose de su condición de fundador de escuelas rurales, consiguió imponerse sobre la enorme raza indígena tejiendo, indudablemente, una vasta organización subversiva».

En esos momentos, el mencionado Nina Quispe y sus compañeros ya se encontraban presos en el Panóptico «con pruebas suficientes de cargo» según la Legión Cívica. Posteriormente, Eduardo L. Nina Quispe, según René Arze, fue liberado, pero seguramente ya no pudo reorganizar la Saciedad República del Collasuyo.

NOTA.- Estos datos son recogidos de las fuentes primarias, que aún falta escudriñar mucho, sobre la «Sociedad República del Collasuyo» y sus miembros que la dirigían, nos permite reflexionar por el momento por no ir todavía a más allá de su estudio exhaustivo cómo una institución creada por los propios indígenas al cabo de dos años de su funcionamiento, a pesar de ser recibida al principio con simpatía por las altas autoridades del gobierno, los intelectuales y los mismos representantes de las comunidades de La Paz y del interior, fue atacada abiertamente por los gamonales através de los medios de represión y otras organizaciones, como ser la Legión Cívica, con el pretexto de sublevación y de realizar propaganda comunista.