Capítulo XCIII

En que se declaran más en particular las cosas de esta ciudad del Cuzco.

Como fuese esta ciudad la más importante y principal de este reino, en ciertos tiempos del año acudían os indios de las provincias, unos a hacer los edificios y otros a limpiar las calles y barrios y hacer lo que más les fuese mandado. Cerca de ella, a una parte y a otra, son muchos los edificios que que hay de aposento y deposito que hubo, todos de la traza e compostura que tenían los demás de todo el reino; aunque unos mayores e otros menores y unos mais fuertes que otros. Y como estos incas fueron tan ricos y poderosos, algunos de estos edificios eran dorados y otros estaban adornados con planchas de oro. Sus antecessores tuvieron por cosa sagrada un cerro grande que llamaron Guanacaure, que está cerca de esta ciudad; y así dicen quue sacrificaban en él sangre humana y de muchos corderos y ovejasy como esta ciudad estuviese llena de naciones extranjeras y tan peregrinas, pues había indios de Chile, Pasto, cañares, chachapoyas, guancas, collas, y de los más linajes que hay en las províncias ya dichas, cada linaje de ellos estaba por sí en el lugar y parte que les era señalado por los gobernadores de la misma ciudad. Estos guardaban las costumbres de sus padres y andaban al uso de sus tierras, y aunque hubise juntos cien mil hombres, facilmente se conocían con las señales que en las cabezas se ponían. Algunos de estos extranjeros enterraban a sus difuntos en cerros altos, otros en sus casas, y algunos en las heredades, con sus mujeres vivas y cosas de las preciadas que ellos tenían por estimadas, como de suso es dicho y cantidad de mantenimiento: y los incas (a lo que entendí) no les vedaban ninguna cosa de éstas, con tanto que todos adorasen al sol y le hiciese reverencia, que ellos llaman Mocha. En muchas partes de esta ciudad hay grandes edificuos debajo la tierra, y en las mismas entrañas de ella hoy día se hallan algunas losas y caños, y aún hoyas y piezaz de oro de lo que enterraban; y cierto debe de haber en el circuito de esta ciudad enterrados grandes tesoros, sin saber que ellos los que son vivos; y como en ella hubiesse tanta gente y el demonio tan enseñoreado sobre ellos por la permisión de Dios, habia muchos hechiceros, agorentos, idolatradores; y de estas reliquias no está del topo limpia esta ciudad, especialmente de las hechicerías. Cerca de esta ciudad hay muchos valles templados, y adonde hay arboletas y frutales y se cría lo uno y lo otro bien; lo crual traen lo más de ello a vender a la ciudad. Y es este tiempo, se coge mucho trigo, de que hacen pan. Y hay plantados en los lugares que digo muchos naranjos y otros árboles de frutas de España y de la misma tierra. Del rio que pasa por la ciudad tienen sus moliendas, y cuatro leguas de ella se ven las pedreras donde escaban la cantería, losa y portadas para los edificios, que no es poco de ver. Demás de lo dicho, se crían en el Cuzco muchas gallinas y capones, tan buenos y gordos como en granada, y por los valles hay hatos de vacas y cabras y otros ganados, así de España como de lo natural. Y puesto que no haya en esta ciudad arboletas, críanse muy bien las lebumbres de España.

Capítulo XCIV

Que trata del valle de Yucay y de los fuerter aposentos de Tambo, y parte de la provincia de Condesuyo.

Cuatro leguas de esta ciudad del Cuzco, poco más o menos, está un valle llamado de Yucay, muy hermoso, metido entre la altura de las sierras, de tal manera que con el abrigo que le hacen es de temple sano y alegre, porque ni hace frio demasiado ni calor, antes se tiene por tan excelente, que se ha platicado algunas veces por los vecinos regidores del Cuzco de pasar la ciudad aél, y tan de veras, que se pensó poner en efecto. Mas como haya tan grandes edificios en las casas de sus moradas, no se mudará por no tornar de nuevo a edificar, ni lo permitirán porque no se pierda la antigüedad de la ciudad. En este vale de Yucay has puesto y plantado muchas cosas de las que dije en el capítulo precedente. Y cierto en este valle y en el del Bilcas, y en otros semejantes (según lo que parece en lo ahora se comienza), hay esperanza que por tiempos habrá buenos pagos de viñas y huertas, y vergeles frescos y vistosos. Y digo en particular más de este valle que de otros porque los incas lo tuvieron en mucho y se venían a él a tomar sus negocijos y fiestas: especialmente Viracoche inca, que fue abuelo de Topainga Yupangue. Por todas partes de él se ven pedazos de muchos edificios y muy grandes que habia, especialmente los que hubo en Tambo, que está el valle abajo tres leguas, entre dos grandes cerros, junto a una quebrada por donde pasa un arroyo. Y aunque el valle es del temple tan bueno como de suso he dicho, lo más del año están estos cerros bien blancos de la mucha nieve que en ellos cae. En este lugar tuvieron los incas una gran fuerza de las más fuertes de todo su señorio, asentada entre unas rocas, que poca gente bastaba a defenderse de mucha. Entre estas rocas estaban algunas peñas tajadas, que hacían inexpugnable el sitio; y por lo bajo está lleno de grandes andenes que parecen murallas, unas encima de otras, en el ancho de las cuales sembraban las semillas de que comían. Y ahora se ve entre estas piedras algunas figuras de leones y de otros animales fieros, y de hombres con unas armas en las manos a manera de alabardas como se fuesen guarda del paso, y esto bien obrado y primamente. Los edificios de las casas eran muchos, y dicen que en los había antes que los españoles aeñoreasen este reino, grandes tesoros y cierto se ven en estos edificios piedras puestas en ellos, labradas y asentadas, tan grandes, que era menester fuerza de mucha gente y con mucho ingenio para llevarias y ponerlas donde están. Sin esto, se dice por cierto que en estos edificios de Tambo o de otros que tenían este nombre (que no és solo este lugar el que se llamó Tambo) se halló en cierta parte del palacio real o del templo del sol oro derretido en lugar de mezcla, con que, juntamente con él betún que ellos ponen, quedaban las piedras asentadas unas con otras. Y que el gobernador don Francisco Pizarro hubo de esto muchos antes de los indios lo deshiciesen y llevasen, y de Pacaritambo dicen algunos españoles que en veces sacaron cantidad de oro Hernando Pizarro y don Diego de Almagro el mozo. Estas cosas no dejo yo de pensar que son así cuando me acuerdo de las piezas tan ricas que se vieron en Sevilla llevadas de Casamarca, adonde se juntó el tesoro que Atabaliba prometió a los españoles, sacado de lo más del Cuzco; y fue poco para lo que después se repartió, que se halló por los mismos cristianos, y más que lo uno y lo otro, lo que los indios han llevado está enterrado en partes que ninguno sabe de ello; y si la ropa fina que se desperdició y perdió en aquellos tiempos se guardara, valeira tanto, que no lo oso afirmar, según tengo que fuera mucho y con tanto, digo que los indios que llamaban chumbibilcas y los ubinas, y Pomatambo, y otras naciones muchas que no cuento, entran en lo que llaman Condesuyo. Algunos de ellos fueron belicosos, y los pueblos tienen entre sierras altíssimas. Poseían suma sin cuento de granado doméstico y bravo. Las casas todas son de piedra y paja. En muchos lugares había aposentos de los señores. Y tuvieron estos naturales sus ritos y costumbren como todos, y en sus templos sacrificaban corderos y otras cosas, y es fama que el demonio era visto en un templo que tenian en cierta parte de esta comarca de Condesuyo, y aún en este tiempo he yo oído a algunoz españoles que se ven apariencias de nuestro enemigo y adversario. En los ríos que pasan por los aimaraes se ha cogido mucha suma de oro, y se sacaba en el 24 tiempo que yo estaba en el Cuzco. En Potamambo y en algunas otras partes de este reino se hace tapicería muy buena, por ser muy buena la lana de que se hace, y los colores tan perfectos, que sobrepujan a las de otros reinos. En esta provincia de Condesuyo hay muchos rios; algunos de ellos pasan con puentes de criznejas; hechas como tengo ya dicho que se hacen de este reino. Asimismo hay muchas frutas de las naturales y muchas arboledas. Hay también venados y perdices, y buenos halcones para volarlas.

Capítulo XCV

De las montañas de los Andes y de su gran espessura, y de las grandes culebras que en ella se crían, y de las malas costumbres de los indios que viven en lo interior de la montaña

Esta cordillera de serras que se llama de los Andes se tiene por una de las grandes del mundo, porque su principio es desde el estrecho de Magallanes, a lo que se ha visto y cree; y viene de largo por todo este reino del Perú, y atraviesa tantas tierras y provincias que no se puede decir. Toda está llena de altos cerros, algunos de ellos bien poblados de nieve, y otros de bocas de fuego. Son muy dificultosas estas sierras y montañas, por su espessura y porque lo más del tiempo llueve en ellas, y la tierras es tan sombría que es menester ir con gran tino, porque las raíces de los árboles salen debajo de ella y ocupan todo el monte, y cuando quiren pasar caballos se recibe más trabajo en hacer los caminos. Fama es entre los orejones del Cuzco que Topainga Yupangue atravesó con grande ejército esta montaña, y que fueron muy difíciles de conquistar y traer a su señorio muchas gentes de las en que ellas habitaban; en las faldas de ellas, a las vertientes de la mar del Sur, eran los naturales de buena razón, y que todos andaban vestidos, y se gobernaron por las leyes y costumbres de los incas; y por el consiguinte, a las vertientes de la otra mar, a la parte del nacimiento del sol, es público que los naturales son de menos razón y entendimiento, los cuales crían gran cantidad de coca, que es una hierba preciada entre los indios, como diré en el capítulo siguientel; y como estas montañas sean tan grandes, puéde-se tener ser verdad lo que dicen de haber en ellas muchos animales, así como osos, tigres, leones, dantas, puercos y gaticos pintados, con otras salvajinas muchas y que son de ver; y también se han visto por algunos españoles unas culebras tan grandes que parecen vigas, y éstas se dice que, aunque se sienten encima de ellas y sea su grandeza tan monstruosa y de talle tan fiero, no hacen mal ni se muestran fieras en matar ni hacer daño a ninguno. Tratando yo en el Cuzco sobre estas culebras con los indios, me contaron una cosa que aquí diré, la qual escribo porque me la certificaron, y es que en tiempo del inca Yupangue, hijo que fue de Viracoche inca, Salieron por su mandado ciertos capitales con mucha gente de guerra a visitar estos Andes y a someter los indios que pudiesen al imperio de los incas; y que entrados en los montes, estas culebras mataron a todos los más de los que iban con los capitanes ya dichos, y que fue el daño tanto que el Inca mostró por ello gran sentimiento; lo cual vistos por una vieja encantadora le dijo que la dejase ir a los Andes, que ella adormiría las culebras de tal manera que nunca hiciesen mal; y dándole licencia, fue adonde habían recibido el daño; y allí haciendo sus conjuros y diciendo ciertas palabras, las volvió de fieras y bravas en tan mansas y bobas como ahora están. Esto puede se ficción o fábula que estrós dicen; pero lo que agora se ve es que estas culebras, con ser tan grandes, ningún daño hacen. Estos Andes, adonde los incas tuvieron aposentos y casas principales, en partes fueron muy poblados. La tierra es muy fértil, porque se da bien el maíz y yuca, con las otras raíces que ellos siembam, y frutas hay muchas y muy excelentes, y los más de los españoles vecinos del Cuzco han ya hecho plantar naranjos y limas higueras, parrales y otras plantas de España, sin lo cual se hacen grandes platanales y hay piñas sabrosas y muy olorosas. Bien adentro de esta montañas y espesuras afirman que hay gente tan rústica que ni tienen casa ni ropa, antes andan como animales, matando con flechas aves y bestias las que pueden para comer, y que no tienen señores ni capitanes, salvo que por las cuevas y huecos de árboles se allegan unos en unas partes y otros en otras. En las más de las cuales dicen también (que yo no las he visto) que hay unas monas muy grandes que andan por los àrboles, con las cuales, por tentación del demonio (que siempre busca cómo y por donde los hombres cometerán mayores pecados y más graves), éstos usan con ellas como mujeres, y afirman que algunas parían monstruos que tenían las cabezas e miembros deshonestos como hombres y las manos y pies como mona; con según dicen, de pequenos cuerpos y de talle monstruoso, y vellosos. En fin, parecerán (si es verdad que los hay) al demonio, su padre. Dicen más: que no tienen habla, sino un gemido o aullido temeroso. Yo esto ni lo afirmo ni dejo de entender que, como muchos hombres de entendimiento y razón y que saben que hay Dios, gloria y infierno, dejando a sus mujeres, se han ensuciado con mulas, perras, yeguas y otras bestias, que me da gran pena referirlo, puede ser que esto así sea, Yendo yo el año de 1549 a los charcas a ver las provincias y ciudades que en aquella tierra hay, para lo cual llevaba del presidente Gasca vartas para todos los corregidores que me diesen favor para saber e inquirir lo más notable de las provincias, acertamos una noche a dormir en una tienda un hidalgo, vecino de Málaga, llamado Iñigo López de Nuncibay, y yo, y nos contó un español que allí se halló cómo por sus ojos había visto en la montaña uno de estos montruos muerto; del talle y manera dicha. Y Juan de Varagas, vecino de la ciudad de La Paz, me dijo y afirmó que en Guánuco le decían los indios que oían aullido de estos diablos o monas; de marera que esta fama hay de este pecado cometido por estos malaventurados. También he oído por muy cierto que Francisco de Almendras, que fue vecino de la villa de Plata, tomó a una india y a un perro cometiendo este pecado, y que mandó quemar la india. Y sin todo esto, he oído a Lope de Mendieta y a Juan Ortiz de Zárate, y a otros vecinos de la villa de Plata, que oyeron a indios suyos cómo e la provincia de Aulaga parió una india, de un perro, tres o cuatro montruos, los cuales viveron pocos dias. Plega a nuestro Señor Dios que, aunque nostras maldades sean tantas y tan grandes, no permita que se cometan pecados tan feos y enormes.

Capítulo XCVI

Cómo en todas las más de las Indias usaron los naturales de ellas traer hierba o raíces en la boca, y de la preciada hierba llamada coca, que se cría en muchas partes de este reino

Por todas las partes de las indias que yo he andado he notado que los indios naturales muestran gran deleitación en traer en las bocas raíces, ramos o hierbas. Y así, en la comarca de la ciudad de Antiocha algunos usan traer de una coca menuda, y en las provincias de Arma, de otras hierbas; en las de Quimbaya y Ancerma, de unos árboles medianos, tiernos y que siempre están muy verdes, cortan unos palotes, con los cuales se dan por los dientes sin cansarse. En los más pueblos de los que están sujetos a la ciudad de Cali y Popayán traen por las bocas de la coca menuda ya dicha, y de unos pequeños calabazos sacan cierta mixtura o confación que ellos hacen, y puesto en la boca, lo traen por ella, haciendo lo mismo de cierta tierra que es a manera de cal. En el Perú en todo él se usó y usa traer esta coca en la boca, y desde la mañana hasta que se can a dormir la traen, sin echarla de ella. Preguntando a algunos indios por qué causa traen siempre ocupada de la boca con esta hierba (la cual no comen ni hacen más de traerla en os dientes), dicen que sienten poco la lambre y que se hallan en gran vigor y fuerza. Creo yo que algo lo debe de causar, aunque más me parece una costumbre aviciada y conveniente para semejante gente que estos indios son. En los andes, desde Guamanga hasta la villa de Plata, se siembra esta coca, la cual da árboles pequeños y los labran y regalan mucho para que den la hoja que llaman coca, que es a manera de arrayán, y sécanla al sol, y después la ponen en unos cestos largos y angostos, que tendrá uno de ellos poco más de una arroba, y fue tan preciada esta coca o hierba en el Perú el año de 1548, 49 y 51, que no hay para qué pensar que en el mundo haya habido hierba ni raíz ni cosa criada de árbol que críe y produzca cada año como ésta, fuera la especería, que es cosa diferente, se estimase tanto, porque valieron los repartimientos en estos años, digo, los más del Cuzco, la ciudad de La Paz, la villa de Plata, a ochenta mil pesos de renta y a sesenta, y a cuarenta, y a veinte, y a más y a menos, todo por esta coca. Y al que le daban encomienda de indios luego ponía por principal los cestos de coca que cogía. En fin, teníanlo com por posesión de hierba de Trujillo. Esta coca se llevaba a cender las minas de Potosí, y diéronse tanto al poner árboles de ella y coger la hoja, que es esta coca que no vale ya tanto, ni con mucho; mas nunca dejará de ser estimada. Algunos están en España ricos con lo que hubieron de valor de esta coca mercándola y tornándola a vender y rescatándola en los tiangues mercados a los indios.

Capítulo XCVII

Del camino que se anda desde el Cuzco hasta la ciudad de La Paz, y de los pueblos que hay hasta salir de los indios que llaman canches.

Desde la ciudad del Cuzco hasta la ciudad de La Paz hay ochenta leguas, poco más o menos, y es de saber que antes que esta ciudad se poblase fueron términos del Cuzco todos los pueblos y valles que hay sujetos a esta nova ciudad de La Paz. Digo, pues, que, saliendo del Cuzco por el camino real de Collasuyo, se va hasta llegar a las angosturas de Mohina, quedando a la siniestra mano los aposentos de Quispicanche; va el camino por este lugar, luego que salen del Cuzco, hecho de calzada ancha y muy fuerte de cantería. En Mohina está un tremendal lleno de cangales, por los cuales va el camino hecho en grandes cimientos, la calzada de suso dicha. Hubo en este Mohina grandes edificios; y están todos perdidos y deshechos. Y cuando el gobernador don Francisco Pizarro entró en el Cuzco co los españoles, dicen que hallaron cerca de estos edificios, y en ellos mismos, mucha cantidad de plata y de oro, y mayor de ropa de la preciada y rica que otras veces he notado, y a algunos españoles e oído decir que hubo en este lugar un bulto de piedra conforme al talle de un hombre, con manera de vestidura larga y cuentas en la mano, y otras figuras y bultos. Lo cual era grandeza de los incas y señales que ellos querían que quedase para en lo futuro; y algunos eran ídolos en que adoraban. Adelante de Mohina está el antiguo pueblo de Urcos, que estará seis leguas del Cuzco; en este camino está uns muralla muy grande y fuerte y según dicen los naturales por lo alto de ella venían caños de agua, sacada con grande industria de algún rio y traída con la policía y orden que ellos hacen sus acequilas. Estaba en esta gran muralla una ancha puerta puerta, en la cual había porteros que cobraban los derechos y tributos que eran obligados a dar a los señores, y otros mayordomos de los mismos incas estavan en este lugar para prender y castigar a los que con atrevimiento eran osados a sacar plata y oro de la ciudad del Cuzco, y en esta parte estaban las canterías de donde sacaban las piedras para hacer los edificios, que no son poco de ver. Está asentado Urcos en un cerro, donde hubo aposentos para los señores; de aquí a Quiquixana hay tres leguas, todo de sierras bien ásperasl; por medio de ellas baja el ría de Yucay, en el cual hay puente de la hechura de las otras que se ponen en semejantes ríos; cerca de este lugar están poblados los indios que llaman cavinas, los cuales, antes que fuesen señoreados por los incas, tenían abiertas las orejas y puesto en el redondo de ellas aquel ornamento suyo, y eran orejones. Mangocapa, fundador de la ciudad del cuzco, dicen que los atrajo a su amistad. Andan vestidos con ropa de lana, los más de ellos sin cabellos, y por la cabeza se dan vuelta con una trenza negra. Los pueblos tienen en las sierras hechas las casas de piedra. Tuvieron antiguamente un templo en gran variación, a quien llamaban Auzancata, cerca del cual dicen que sus pasados vieron un ídolo o demonio con la figura y traje que ellos traen con el cual tenían su cuenta, haciéndole sacrificios a su uso. Y cuentan estos indios que tuvieron en los tiempos pasados por cosa cierta que las ánimas que salían de los cuerpos iban a un gran lago, donde su vana creencia les hacía entender haber sido su principio, y que de allí entraban en los cuerpos de los que nacían. Después como los señorearon los incas, fueron más pulidos y de más razón, y adoraron al sol, no olvidando el reverenciar a su antiguo templo. Adelante de esta provicia están los canches, que son indios bien domésticos y de buena razón, faltos, faltos de malicia, y que siempre fueron provechosos para trabajo, especialmente para sacar metales de plata y de oro, y poseyeron mucho granado de sus ovejas y carneros; los pueblos que tienen no son más ni menos que los de sus vecinos, y así andan vestidos, y traen por señal en las cabezas unas trenzas negras que les viene por debajo de la barba. Antiguamente cuentan que tivieron grandes guerras con Viracoche Inca y con otros de sus predecesores, y que puestos en su señorio, los tuvieron en mucho. Usan por armas algunos dardos y hondas y unos que llaman aillos, con que prendían a los enemigos. Los enterramientos y religiones suyas conformaban con los ya dichos, y las sepulturas tienen hechas por los campos de piedra, altas, en las cuales metían a los señores con algunas de sus mujeres y otros sirvientes. No tienen cuenta de honra ni pompa, aunque es verdad que algunos de los señores se muestran soberbios con sus naturales y los traen ásperamente. En señalados tiempos de año celebraban sus fiestas, teniendo para ello sus días situados. En los aposentos de los señores tenían sus plazaz para hacer sus bailes, y a donde el señor comía y bebía. Hablaban con el demonio en la manera que todos los demás. En toda la tierra de estos canches se da trigo y maíz y hay muchas perdices y cóndores, y en sus casas tienen los indios muchas gallinas, y por los ríos toman mucho pescado, bueno y sabroso

Capítulo XCVIII

De la provincia de los Canas y de los que dicen de Ayavire, que en tiempo de los incas fue, a lo que se tiene, gran cosa.

Luego que salen de los Canches, se entra en la provincia de los Canas, que es otra nación de gente, y los pueblos de ellos se llaman en esta manera: Hatuncana, Chicuana, Horuro, Cacha y otros que no cuento. Andan todos vestidos y lo mismo sus mujeres, y en la cabeza usan ponerse unos bonetes de lana, grandes y muy redondos y altos. Antes que los incas los señoreasen tuvieron en los collados fuertes sus pueblos, de donde salían a darse guerra; después os bajaron al llano, haciéndolos concertadamente. Y también hacen, como los canches, sus sepulturas en las heredades, y guardan y tienen unas mismas costumbres. En la comarca de estos canas hubo un templo a quien llamaban Aconcagua; es donde sacrificaban conforme a su ceguedad. Y en el pueblo de Chaca había grandes aposentos hechos por mandato de Topainga Yupangue. Pasado un río está un pequeño cercado, dentro del cual se halló alguna cantidad de oro, porque dicen que a commemoración y remembranza de su dios Ticeviracocha, a quien llaman hacedor, estaba hecho este templo, y puesto en él un ídolo de piedra de la estatura de un hombre, con su vestimenta y una corona o tiara en la cabeza; algunos dijeron que podía ser esta hechura a figura de algún apóstol que llegó a esta tierra; de lo cual en la segunda parte trataré lo que de esto sentí y pude entender, y lo que dicen del fuego del cielo que abajó, el cual convirtió en ceniza muchas piedras. En toda esta comarca de los Canas hace frio, y lo mismo en los Canches, y es bien proveída de mantenimientos y granados. Al poniente tiene la mar del Sur, y al oriente la espessura de los Andes. Del pueblo de Chicuana, que es de esta provincia de los Canas, hasta el de Ayavire habrá quince leguas, en el cual termino hay algunos pueblos de estos canas, y muchos llanos, y grandes vegas bien aparejadas para crias granados, aunque el ser fria esta región demasiadamente lo estorba; y la muchedumbre de hierba que en ella se cría no da provecho si no es a los guanacos y vicuñas. Antiguamente fue (a lo que dicen) gran cosa de ver este pueblo de Ayavire, y en este tiempo lo es, especialmente las grandes sepulturas que tiene, que son tantas que ocupan más campos que la probación. Afirman por cierto los indios que los naturales de este pueblo de Ayavire fueron de linaje y prosapia de los canas, y que Inca Yupangue tuvo con ellos algunas guerras y batallas, en los cuales, además de quedar vencidos del Inca, se hallaron tan quebrantados, que hubieron de rendírsele y darse por sus siervos por no acabar de perderse. Mas como algunos de los Incas debieron ser vengativos, cuentan más: que después de haber con engaño y cautela muerto el Inca mucho número de indios de Copacopa y de otros pueblos confinantes a la montaña de los Andes, hizo lo mismo de los naturales de Ayavier, de tal manera que pocos o ninguno quedaron vivos, y los que escaparan es público que acabaran por las sementeras llamando a sus mayores, muertos de mucho tiempo y lamentando su perdición con gemidos de gran sentimiento de la destrucción que por ellos y por su pueblo había venido. Y como este Ayavire está en gran comarca y cerca de él corre un río muy bueno, mandó Inca Yuyangue que le hiciesen unos palacios grandes, y conforme al uso de ellos se edificaron, haciendo también muchos depósitos pegados a la falda de una pequaña sierra, donde metían los tributos; y como cosa importante y principal, mandó fundar templo del sol. Hecho esto, como los naturales de Ayavire faltasen por la causa dicha, Inca Yupangue mandó que veniesen de las naciones comarcanas indios con sus mujeres (que son los que llaman mitimaes), para que fuesen señores de los campos y heredades de los muertos, e hiciesen la población grande y concentrada junto ao templo del sol y a los aposentos principales. Y dende en adelante fue en crecimiento este pueblo hasta que los españoles entraron en este reino; y después, con las guerras y calamidades pasadas, ha venido en gran disminución, como todos los demás. Yo entré en él tiempo que estaba encomendado a Juan de Pancorbo, vecino del Cuzco, y con las mejores lenguas que se pudieron haber de se entendió este sucesso que escribo. Cerca de este pueblo está un templo desbaratado, donde antiguamente hacían los sacrificios; y tuve por cosa grande las muchas sepulturas que están y se parecen por toda la redonda de este pueblo.

Capítulo XCIX

De la gran comarca que tienen los Collas, y la disposición de la tierra donde están sus pueblos, y de como tenían puestos mitimaes para proveimiento de ellos

Esta parte que llaman Collas es la mayor comarca, a miver, de todo el Perú y la más poblada. Desde Ayavire comienzan los Collas, y llegan hasta Caracollo. Al Oriente tienen las montañas de los Andes, al poniente las cabezadas de las sierras nevadas y las vertientes de ellas, que van a parar a la mar del Sur. Sin la tierra que ocupan con sus pueblos y labores, hay grandes despoblados, y que están bien llenos de ganato silvestre. Es la tierra del Collao toda llana, y por muchas partes corren ríos de buena agua; y en estos llanos hay hermosas vegas y muy espaciosas, que siempre tienen hierba en cantidad, y a tiempos muy verde aunque en el estío se agosta como en España. El invierno comienza (como ya escrito) de octubre y dura hasta abril. Los dias y las noches son casi iguales, y en esta comarca hace más frío que en ninguna otra de las del Perú, fuera los altos y sierras nevadas, y cáusalo ser la tierra alta; tanto, que ahína emparejara con las sierras. Y cierto si esta tierra del Collao fuera un valle hondo como el de Jauja o Choquiabo, que pudiera dar maíz, se tuviera por lo mejor y más rico de gran parte de estas Índias. Caminando con viento es gran trabajo andar por estos llanos del Collao; faltando el viento y haciendo sol da gran contento ver tan lindas vegas y tan pobladas; pero como sea tan fría , no da fruto el maíz ni hay ningún género de árboles; antes es tan estéril, que no da frutas de las muchas que otros valles producen y crían. Los pueblos tienen los naturales juntos, pegadas las casas unas con otras, no muy grandes, todas hechas de piedra, y por cobertura paja, de la que todos, en lugar de teja, suelen usar. Y fué antiguamente muy poblada toda esta región de los Collas, y adonde hubo grandes pueblos todos juntos. Alrededor de los cuales tienen los indios sus sementeras, donde siembran sus comidas. El principal mantenimiento de ellos es papas, que son como turmas de tierra, según otras veces he declarado en esta historia, y éstas las secan al sol y guardan de una cosecha para otra; y llaman a esta papa, después de estar seca, chuno, y entre ellos es estimada y tenida en gran precio, porque no tienen agua de acequias, como otros muchos de este reino, para regar sus campos; antes si les falta el agua natural para hacer las sementeras padecen necesidad y trabajo sino se hallan con este mantenimiento de las de las papas secas. Y muchos españoles enriquecieraon y fueron a España prósperos con solamente llevar de este chuno a vender a las minas de Potosí. Tienen otra suerte de comida, llamada oca, que es, por el consiguiente, provechosa; aunque más lo es la semilla, que también cogen, llamada quínua, que es menuda como arroz. Siendo el año abundante, todos los moradores de este Collao viven contentos y sin necesidad; mas si es estéril y falto, pasan grandíssima necesidad; aunque a la verdad, como los reyes incas que mandaron este imperio fueron tan sabios y de tan buena gobernación y tan bien proveídos, estabelecieron cosas y ordenaron leyes a su ursanza que verdaderamente, si no fuera mediante ello, las más de las gentes de su señorio pasaran gran trabajo y vivieran con gran necesidad, como antes que por ellos fueran señoreados. Y esto helo dicho porque en estos Collas, y en todos los más valles del Perú, que por ser fríos no eran tan fértiles y abundantes como los pueblos cálidos y bien proveídos, mandaron que, pues la gran serranía de los Andes comarcaba con la mayor parte de los pueblos, que de cada uno saliese cierta cantidad de indios con sus mujeres, y estos tales, puestos en las partes que sus caciques les mandaban y señalaban, labraban sus campos, es donde sembraban lo que faltaba en sus naturalezas, proveyendo con el fruto que cogían a sus señores o capitanes, y eran llamados mitimaes. Hoy día sirven y están debajo de la encomienda principal, y crían y curan la preciada coca. Por manera que aunque en todo el Collao no se coge ni siembra maíz, no les falta a los señores naturales de él y a los que lo quieren procurar con la orden ya dicha, porque nunca dejan de traer cargas de maíz, coca y frutas de todo género, y cantidad de miel, la cual hay en toda la mayor parte de estas espesuras, criada en la concavidad de los árboles de la manera que conté en lo de Quimbaya. En la provincia de los Charcas hay de esta miel muy buena. Francisco de Carvajal, maestro de campo de Gonçalo Pizarro, el cual se dió por traidor, dicen que siempre comía de esta miel, y aún que la bebía como si fuera agua o vino, afirmando hallarse con ella sano y muy reciom, y así estaba él cuando yo lo vi justiciar en el valle de Xaquixaguana con gran sujeto, aunque pasaba de ochenta años su edad a la cuenta suya.

Capítulo C

De lo que se dice de estos collas, de su origen y traje, y cómo hacían sus enterramientos cuando morían

Muchos de estos indios cuentan que oyeron a sus antiguos que hubo en los tiempos pasados en diluvio grande y de la manera que yo le escribo en el tecer capítulo de la segunda parte. Y dan a entender que es mucha la antigüedad de sus antepasados, de cuyo orígen cuentan tantos dichos y tantas fábulas, si lo son, que yo no quiero detenerme en escribirlo, porque unos dicen que salieron de una fuente, otros que de una peña, otros de lagunas. De manera que de su origen no se puede sacar de ellos otra cosa. Concuerdan unos y otros que sus antecesores vivían con poca orden antes antes que los incas los señoreasen, y que por lo alto de los cerros tenían sus pueblos fuertes, de donde se daban guerras, y que eran viciosos en otras costumbres malas. Después tomaran de los incas lo que todos los que quedaban por sus vasallos aprendían, y hacieron sus pueblos de la manera que ahora los tienen. Andan vestidos de ropa de lana ellos y sus mujeres; las cuales dicen que, puesto que antes que se casen puedan andar sueltamente, si después de entregada al marido le hace traición usando de su cuerpo con otro varón, la mataban. En las cabezas traen puestos unos bonetes a manera de morteros, hechos de su lana, que nombran chucos; y tiénen-las todos muy largas y sin colodrillo, porque desde niños se las quebrantan y ponen como quieren, según tengo escrito. Las mujeres se ponen en la cabeza unos capillos casi de talle de los que tienen los frailes. Antes que los incas reinasen, cuentan muchos indios de estos collas que hubo en su provincia dos grandes señores, el uno tenía por nombre Zapana y el otro Cari, y que estos conquistaron muchos pucares, que son sus fortalezas; y que el uno de ellos entró en la laguna de Titicaca, y que halló en la isla mayor que tiene aquel palude gentes blancas y que tenían barbas, con los cuales paleó de tal manera que los pudo matar a todos. Y más dicen: que pasado esto tuvieron grandes batallas con los canas y con los canches. Y al fin de haber hecho notables cosas estos dos tiranos o señores que se habían levantado en el Collao, volvieron las armas contra sí dándose guerra el uno al otro, procurando el amistad y favor de Viracoche inca, que en aquellos tiempos reinaba en el Cuzco, el cual trató la paz en Chucuito con Cari, y tuvo tales mañas que sin guerra se hizo señor de muchas gentes de estos collas. Los señores principales andan muy acompañados, y cuando van camino los llevan en andas y son muy servidos de todos sus indios. Por los despoblados y lugares secretos tenían sus guacas o templos, donde honraban sus dioses, usando de sus vanidades, y hablando en los oráculos con el demonio los que para ello eran elegidos. La cosa más notable y de ver que hay en este Collao, a mi ver, es las sepulturas de los muertos. Cuando yo pasé por él me detenía a escribir lo que entendía de las cosas que había de notar de estos indios. Y verdaderamente mi admiraba en pensar cómo los vivos se daban poco por tener casas grandes y galanas, y con cuanto cuidado adornaban las sepulturas donde se habían de enterrar, como si toda su felicidad no consistiera en otra cosa; y así, por las vegas y llanos cerca de los pueblos estaban las sepulturas de estos indios, hechas como pequeñas torres de cuatro esquinas, unas de piedra sola y otras de piedra y tierra, algunas anchas y otras angostas; en fin, como tenían la posibilidad o eran de las personas que lo edificaban. Los chapiteles, algunos estaban cubiertos con paja; otros, con unas losas grandes; y parecióme que tenían las puertas essas sepulturas hacia la parte de levante. Cuando morían los naturales en este Collao, llorábanlos con grandes lloros muchos días, teniendo las mujeres bordones en las manos y ceñidas por los cuerpos, y los parientes del muerto traía cada uno lo que podía, así de ovejas, corderos, maíz, como de otras cosas, y antes que enterrasen al muerto mataban las ovejas y ponían las asaduras en las plazas que tienen en sus aposentos. En los días que lloran a los difuntos, antes de haberlos enterrado, del maíz suyo, o del que los parientes han ofrecido, hacían mucho de su vino o brebaja para beber; y como hubiese gran cantidad de este vino, tienen al difunto por más honrado que si se gastase poco. Hecho, pues, su brebaje y muertas las ovejas y corderos, dicen que llevaban al difunto a los campos donde tenían la sepultura; yendo (si era señor) acompañado al cuerpo la más gente del pueblo, y junto a ella quemaban diez ovejas o veinte, o más o menos, como quién era al difunto; y mataban las mujeres, niños y criados que habían de enviar con él para que le sirviesen conforme a su vanidad; y estos tales, juntamente con algunas ovejas y otras cosas de su casa, entierran junto eon el cuerpo en la misma sepultura, metiendo (según también se usa entre todos ellos) algunas personas vivas; y enterrado el difunto de esta manera, se vuelven todos los que le habían ido a honrar a la casa donde le sacaron, y alli comen la comida que se había recogido y beben la chicha que se había hecho, saliendo de cuando en cuando a las plazas que hay hechas junto a las casas de los señores, en donde en corro, y como lo tienen en costumbre, bailan llorando. Y esto dura algunos dias, en fin de los cuales, habiendo mandado juntar los indios e indias más pobres, les dan a comer y beber lo que ha sobrado; y si por caso el difunto era señor grande, dicen que no luego en muriendo le enterraban, porque antes que lo hiciesen lo tenían algunos días usando de otras vanidades que no digo. Lo cual hecho, dicen que salen por el pueblo las mujeres que habían quedado sin matarse, y otras sirvientas, con sus mantas capirotes; y de éstas unos llevan en las manos las armas del señor, otras el ornamento que se ponían en la cabeza, y otras sus ropas; finalmente, llevan el duho en que se sentaba y otras cosas, y andaban a son de un tambor que lleva delante un indio que va llorando; y todos dicen palabras dolorosas y tristes; y así van endechando por lás más partes del pueblo, diciendo en sus cantos lo que por el señor pasó siendo vivo, y otras cosas a esto tocantes. En el pueblo de Nicasio, me acuerdo, cuando iba a los Charcas, que yendo juntos un Diego de Uceda,. vecino que es de la cuidad de La Paz, y yo, vimos ciertas mujeres andar de la suerte ya dicha, y con las lenguas del mismo pueblo entendimos que decían lo contato en este capítulo que ellos usan, y aún dijo uno de los que allí estaban: "Cuando acabe estas indias de llorar, luego se han de embriagar y matarse algunas de ellas para ir a tener compañía al señor que ahora murió". En muchos otros pueblos he visto llorar muchos días a los difuntos y ponerse las mujeres por las cabezas sogas de esparto para mostrar más sentimiento.

Capítulo CI

De cómo usaron hacer sus honras y cabos de año estos indios y de cómo tuvieron antiguamente sus templos.

Como estas gentes tuviesen en tanto poner los muertos en las sepulturas como se ha declarado en el capítulo antes de este, pasado al entierro, las mujeres y sirvientes que quedaban se trasquilaban los cabellos, poniéndose las más comunes ropas suyas, sin darse mucho por curar de sus personas; sin lo cual, por hacer más notable el sentimiento, se ponían por sus cabezas sogas de esparto, y gastaban en continuos lloros, si el muerto era señor, un año, sin hacer en la casa donde él moría lumbre por algunos días. Y como éstos fuesen engañados por el demonio, por la permisión de Dios, como todos los demás , con las falsas aparencias que hacía, haciendo con sus ilusiones demonstración de algunas personas de las que eran ya muertas, por las heredades, parecíales que los veían adornados y vestidos como lo pusieron en las sepulturas; y para echar más cargo a sus difuntos usaron y usan estos indios hacer sus cabos de año, para lo cual llevan a su tiempo algunas hierbas y animales, los cuales matan junto a las sepulturas, y queman mucho sebo de corderos; lo cual hecho, vierten muchas vasijas de su brebaje por las mismas sepulturas, y con ello dan fin a su costumbre tan ciega y vana. Y como fuese esta nación de los Collas tan grande, tuvieron antiguamente grandes templos y sus ritos, venerando mucho a los que tenían por sacerdotes y que hablaban con el demonio; y guardaban sus fiestas en el tiempo de coger las papas, que es su principal mantenimiento, matando de sus animales para hacer los sacrificios semejantes. En este tiempo no sabemos que tengan templo público; antes por la volundad de nuestro Dios y Señor, se han fundado muchas iglesias católicas, donde los sacerdotes nuestros predican el Santo Evangelio, ensañando la fe a todos los que de estos indios quieren recibir agua del bautismo. Y cierto, si no hubiera habido las guerras, y nosotros con verdadera intención y propósito hubiéramos procurado la conversión de estas gentes, tengo para mi que muchos que se han condenado de estos indios se hubieran salvado. En este tiempo por muchas partes de este Colao andan y están frailes y clérigos puestos por los señores que tienen encomienda sobre los indios, que entienden en doctrinarlos; lo cual plegue a Dios lleve adelante, sin mirar nuestros pecados. Estos naturales del Collao dicen lo que todos los más de a sierra, que el hacedor de todas las cosas de llama Ticeviracocha, y conocen que su asiento principal es el cielo; pero engañados del demonio, adoraban en dioses diversos, como todos los gentiles hicieron; usan de una manera de romances o cantares con los cuales les queda memoria de sus acaecimientos, sin olvidárseles, aunque carecen de letras y entre los naturales de este Collao hay hombres de buena razón y que le dan de sí en lo que les preguntan y de ellos quieren saber; y tienen cuenta del tiempo, y conocieron algunos movimientos, así del sol como de la luna, que es causa que ellos tengan su cuenta al uso de como lo aprendieron de tener sus años, los cuales hacen de diez en diez meses; y así, entendi yo de ellos que nombraban al año mari, y al mes y luna alespaquexe, y al día auro. Cuando éstos quedaron por vasallos de los incas, hicieron por su mandado grandes templos, así en la isla de Titicaca como en Hutuncolla y en otras partes. De estos se tiene que aborrecían el pecado nefando, puesto que dicen que algunos de los rústicos que andaban guardando ganado lo usaban secretamente, y los que ponían en los templos por indumento del demonio, como ya tengo contado.

Capítulo CII

De las antiguallas que hay en Pucara, y de lo mucho que dicen que fue Hatuncolla, y del pueblo llamado Azángaro, y de otras cosas que de aquí se cuentan.

Ya que he tratado algunas cosas de lo que yo pude entender de los collas, lo más brevemente que he podido me parece proseguir con mi escritura por el camino real, para dar relación particular de los pueblos que hay hasta llegar a la ciudad de La Paz, que esta fundada en el valle de Chiquiabo, término de esta gran comarca del Collao; de lo cual digo que desde Ayavire, yendo por el camino real, se va hasta llegar a Pucara, que quiese decir cosa fuerte, que está cuatro leguas de Ayavire. Y es fama entre estos indios que antiguamente hubo en este Pucara gran poblado; e este tiempo casi no hay indio. Yo estuve en día en este lugar mirándolo todo. Los comarcanos a él dicen que Topainga Yuyangue tuvo in tiempo de su reinado cercados estos indios muchos días; porque primero que los pudiese sujetar se mostraron tan valerosos que le mataron mucha gente; pero como al fin quedasen vencidos, mandó el Inca, por memoria de su victoria, hacer grandes bultos de piedra; si es así, yo no lo sé más de que lo dicen. Lo que vi en este Pucara es grandes edificios ruinados y desbaratados, y muchos bultos de piedra, figurados en ellos figuras humanas y otras cosas dignas de notar. Desde Pucara hasta Hatuncolla hay cantidad de quince leguas, en el comedio de ellas están algunos pueblos, como son Nicasio, Xullaca y otros. Hatuncolla fue en los tiempos pasados la más principal cosa del Collao; y afirman los naturajes de él que antes que los incas los sojuzgasen los mandaron Zapana y otros descendientes suyos, los cuales pudieron tanto que ganaron muchos despojos en batallas que dieron a los comarcanos; y después los incas adornaron este pueblo con crescimiento de edificios y mucha cantidad de depósitos, a donde por su mandado se ponían los tributos que se traían de las comarcas, y había templo del sol con número de mamaconas y sacerdotes para servicio de él, y cantidad de mitimaes y gente de guerra puesta por frontera para guarda de la provincia y seguridad de que no se levantase tirano ninguno contra el que ellos tenían por su soberano señor. De manera que se puede con verdad afirmar haber sido Hatunvolla gran cosa, y así lo muestra su nombre, porque hatun quiere decir en nuestra lengua grande. en el tiempo presente todo está perdido, y faltan de los naturales la mayor parte, que se han consumido con la guerra. De Ayaviri (el que ya queda atrás) sale otro camino, que llaman Omasuyo, que pasa por la otra parte de la gran laguna de que luego diré, y más cerca de la montaña de los Andes; iban por él a los grandes pueblos de Horuro Y Asilo y Azángaro, y a otros que no son de poca estima, antes se tienen por muy ricos, así de ganados como de mantenimiento. Cuando los incas señoreaban este reino tenían por todos estos pueblos muchas manadas de sus ovejas y carneros. Está en el paraje de elos, en el monte de la serraní, el nombrado y riquísimo río de Carabaya, donde en los años pasados se sacaron más de un millón y setecientos mil pesos de oro, tan fino, que subía de la ley, y de este oro todavía se halla en el río, pero sácase con trabajo y con muerte de los indios, si ellos son los que lo han de sacar, por tenerse por enfermo aquel lugar, a lo que dicen, pero la riqueza del río es grande.

Capítulo CIII

De la gran laguna que está en esta comarca del Collao y cuán honda es, y del templo de Titicaca.

Como sea tan grande esta tierra del Collao (según se dijo en los capítulos pasados, hay sido lo poblado, muchos desiertos y montes nevados y otros campos bien poblados de hierba, que sirve de mantenimiento para el ganado campesino que por todas as partes anda. Y en le comedio de la provincia se hace una laguna, la mayor y más ancha que se ha hallado ni visto en la mayor parte de estas indias, y junto a ella están los más pueblos del Collao; y en islas grandes que tiene este lago siembran sus sementeras y guardan las cosas preciadas, por tenerlas más seguras que en los pueblos que están en los caminos.
Acuérdome que tengo ya dicho cómo hace en esta provincia tanto frío que, no solamente no hay arboletas de frutales, pero el maíz no se siembra porque tampoco de fruto por la misma razón. En los juncales de este lago hay grande número de pájaros de muchos géneros, y patos grandes y otras aves, y matan en ella dos e tres géneros de peces bien sabrosos, aunque se tiene por enfermo lo más de ello. Esta laguna es tan grande que tiene de contorno achenta leguas, y tan honda que el capitán Juan Ladrillero me dijo a mi que por algunas partes de ella, achando em sus bergantines, se hallaba tener setenta y ochenta brazas, y más en parte menos. En fin, en esto y en las olas que hace cuando el viento la sopla parece algún seno de mar; querer yo decir cómo está reclusa tanta agua en aquella laguna y de donde nace no se; porque, puesto que muchos ríos y arroios entran en ella, pareceme que ellos selos no bastaba a hacerse a lo que hay; mayormente saliendo lo que de esta laguna se desagua por otra menor, que llaman de los Aulagas. Podría ser que del tiempo del diluvio quedó así con esta agua que vemos, porque a mi ver, si fuera ojo del mar estuviera salobre el agua, y no dulce, cuando más que estara de la mar mas de sesenta leguas. Y toda esta agua desagua por un río hondo y que se tuvo por gran fuerza para esta comarca, al cual llaman de el desaguadero, y entra en la laguna de digo arriba llamarse de los Aulagas. Otra cosa se nota sobre este caso, y es que vemos cómo el agua de una laguna entra la otra (ésta es la del Collao en la de los Aulagas), y no como sale, aunque por todas partes se ha andado el lago de los Aulagas. Y sobre esto he oído a los españoles e indios que en unos valles de los que están cercanos a la mar del Sur se han visto y ven continuo ojos de agua que van por debajo de tierra a dar la misma mar; y cree que podría ser que fuese el agua de estos lagos, desaguando por algunas partes, abriendo camino por las entrañas de la misma tierra, hastar ir a parar donde todas van, que es la mar. La gran laguna del Collao tiene por nombre Titicaca, por el tiempo que estuvo edificando en la misma laguna; de donde los naturales tuvieron por opinión una vanidad muy grande, y es que cuentan estos indios que sus antiguos lo afirmaron por cierto, como hacieron otrar burierias que dicen, que carecieron de lumbre muchos días, y que estando todos puestos en tineblas y obscuridad salió de esta isla de Titicaca el sol muy resplandeciente, por lo cual la tuvieron por cosa sagrada, y los incas hicieron en ella el templo que digo, que fue entre ellos muy estimado y venerado, a honra de su sol, poniendo e él mujeres vírgenes y sacerdotes con grandes tesoros; de lo cual, puesto que los españoles, en diversos tiempos han habido muchos, se tiene que falta lo más. Y así estos indios tuvieron alguna falta de la lumbre que dicen, podría ser causado por algún eclipse del sol; y como ellos son agoreros, fingirían esta fábula y también les ayudarían a ello las ilusiones del demonio, permitiéndolo Dios por sus pecados de ellos

Capítulo CIV

Em que se continúa este camino y se declaran los pueblos que hay hasta llegar a Tiaguanaco

Pues volviendo adonde dejé el camino que prosigo en esta escritura que fue e Hatuncolla, digo que de él se pasa por Paucarcolla y por otros pueblos de esta nación de los Collas hasta llegar a Chiquito, que es la más principal y entera población que hay en la mayor parte de este gran reino, el cual ha sido y es cabeza de los indios que su majestad tiene en esta comarca; y es cierto que antiguamente los incas también tuvieron or importante cosa a este Chuquito, y es de lo más antiguo de todo lo que se ha escrito, a la cuenta que los mismos indios dan. Cariapasa fue señor de este pueblo, y para ser indio fue hombre bien entendido. Hay en él grandes aposentos, y antes que fuesen señoreados por los incas pudieron mucho los señores de este pueblo, de los cuales cuentan dos pos los más principales, y los nombran Cari y Yumalla. En este tiempo es (como digo) la cabecera de los indios de su majestad, cuyos pueblos de llaman Xuli, Chilane, Acos, Pomata, Cepita, y en ellos hay señores y mandan muchos indios. Cuando yo pase por aquella parte era corregidor Ximón Pinto y gobernador don Gaspar, indio, harto entendido y de buena razón. Son ricos de ganado de sus ovejas, y tienen muchos mantenimientos de los naturales, y en las islas y en otras partes tienen puestos mitimaes para sembrar su coca y maíz. En los pueblos ya dichos hay iglesias muy labradas, fundadas las más por el reverendo padre fray Tomás de San Martín, provincial de los dominicos, y los muchachos y los que más quieren se juntán a oír la doctrina evangélica, que les predican frailes y clérigos, y los más de los señores se vuelto cristianos. Por junto a Cepita pasa el desaguadero, donde en tiempos de los incas solía haber portalgueros que cobraban tributo de los que pasaban la puente, la cual era hecha de haces de avena, de tal manera que por ella pasan caballos y hombres y lo demás. En uno de estos pueblos, llamado Xuli, dio garrote el maestre de campo Francisco de Carvajal al capitán Hernando Bachicao, en ejemplo para conocer que pudo ser azote de Dios las guerras civiles y debates que hubo en él Perú, pues unos a otros se mataban con tanta crueldad como se dirá en su lugar. Más adelante de estos pueblos está Guaqui, donde hubo aposentos de los incas, y está hecha en él la iglesia para que los niños oigan en ella la doctrina a sus horas.

Capítulo CV

Del pueblo de Tiaguanaco y de los edificios tan grandes y antiguos que en él se ven

Tiaguanaco no es pueblo muy grande, pero es mentado por los grandes edificios que tiene, que cierto son cosa notable y apra ver. Cerca de los aposentos principales está un collado hecho a mano armado sobre grandes cimientos de piedra. Más adelante de este cerro están los ídolos de piedra del talle y figura humana muy primamente hechos y formadas las facciones; tanto que parece que se hicieron por mano de grandes artífices o maestros; son tan grandes que parecen pequeños gigantes, y vese que tienen forma de vestimentas largas, diferenciadas de las que vemos a los naturales de estas provincias; en las cabezas parece tener su ornamento. Cerca de estas estatuas de piedra está otro edificio, del cual la antigüedad suya y falta de letras es causa para que no se sepa qué gentes hicieron tan grandes cimientos y fuerzas y que tanto tiempo por ello ha pasado, porque de presente no se ve más qe una muralla bien obrada y que debe de haber muchos tiempos y edades que se hizo; algunas de las piedras están mui gastadas y consumidas, y en esta parte hay piedras tan grandes y crecidas que causa adimiración pensar como siendo de tanta grandeza bastaron fuerzas humanas a las traer donde las vemos; y muchas de estas piedras que digo están labradas de diferentes maneras, y algunas de ellas tienen forma de cuerpos de hombres que debieron ser sus ídolos; junto a la muralla hay muchos huecos y concavidades debajo de la tierra; en otro lugar más hacia el poniente de este edifício están otras mayores antiguallas, porque hay muchas portadas grandes con sus quicios, umbrales y portaletes, todo de una sola piedra. Lo que yo más noté cuando anduve mirando y escribiendo estas cosas fue que de estas portadas tan grandes salían otras mayores piedras, sobre que estaban formadas, de las cuales tenían algunas treinta pies en ancho y de largo quince más, y de frente seis, y esto y la portada y sus quicios y umbrales era una sola piedra que es cosa de mucha grandeza, bien considerada esta obra, la cual yo no alcanzo ni entiendo con qué instrumentos y herramientas se labró, porque bien se puede tener que antes que estas tan grande piedras se labrasen ni pudiesen en perfección mucho mayores debian estar para las dejar como las vemos, y nótase por lo que se ve de estos edificios que no se acabaron de hacer, porque en ellos no hay más que estas portadas y otras piedras de extraña grandeza, que yo vi labradas algunas y aderezadas para poner en el edificio, del cual estaba algo desviado un retrete pequeño, donde está puesto un gran ídolo de piedra en que debían de adorar, y aun es fama que junto a este ídolo se halló alguma cantidad de oro, y alrededor de este tempo había otro número de piedras grandes y pequeñas, labradas y talladas como las ya dichas.

Otras cosas hay más que decir de este Tiaguanaco, que paso por no detenerme, concluyendo que yo para mi tengo esta antigua de todo él Perú; y así, se tiene que antes que los incas reinasen; con muchos tiempos, estaban hechos algunos edificios de estos; porque yo he oído afirmar a indios que los incas hicieron los edificios grandes del Cuzco por la forma que vieron tener la muralla o pared que se ve en este pueblo; y aun dicen más; que los primeros incas platicaron de hacer su corte y asiento de ella en este Tiaguanaco. También se nota otra cosa grande y es que en muy gran parte de esta comarca no hay ni se ven rocas, canteras ni piedras donde pudiesen haber sacado las muchas que vemos, y para traerlas no debía de juntarse poca gente. Yo pregunté a los naturales, en presencia de Juan Varagas (que es el que sobre elles tienen encomienda), si estos edificios se habían hecho en tiempo de los incas, y riéronse de esta pregunta, afirmando lo ya dicho, que antes que ellos reinasen estaban hechos, mas que ellos no podían decir ni afirmar quién los hizo, mas de que oyeron a sus pasados que en una noche remaneció hecho lo que allí se veía. Por esto, y por lo que también dicer haber visto en la isla de Titicaca hombres barbados y haber hecho el edificio de Vinaque semejantes gentes, digo que por ventura pudo ser que antes que los incas mandasen debió de haber alguna gente de entendimiento en estos reinos, venida por alguna parte que no se sabe, los cuales harían estas cosas, y siendo pocos, y los naturales tantos, serían muertos en las guerras. Por estas estas cosas tan ciegas podemos decir que bienaventurada la invención de las letras, que con la virtud de su sonido dura la memoria muchos siglos y hacen que vuele la fama de las cosas que suceden por el universo, y no ignoramos lo que queremos teniendo en las manos la lectura; y como en este Nuevo Mundo de Indias no se hayan hallado letras, vamos a tino en muchas cosas. Apartados de estos edificios están los aposentos de los incas y la casa donde nació Mango inca, hijo de Guaynacapa, y están junto a ellos dos sepulturas de los señores naturales de este pueblo, tan altas como torres anchas y esquinadas; las puertas, al nacimiento del sol.

Capítulo CVI

De la fundación de la ciudad llamada Nuestra Señora de la Paz, y quién fue el fundador, y el camino que de ella hay hasta la villa de Plata.

Del punto de Tiaguanaco, yendo por el camino derecho se va hasta llegar al de Viacha, que está de Tiaguanaco siete leguas, quedan a la siniestra mano los pueblos llamados Cacayavire, Caquingora, Mallama y otra de esta calidad, que me parece va poco en que se nombren todos en particular, entre ellos está el llano a otro pueblo que nombran Guarina, lugar que fue donde en los días pasados de sio la batalla entre Diego Centeno y Gonzalo Pizarro; fue cosa notable (como se escribirá en su lugar), y a donde murieron muchos capitanes y caballeros de los que seguían el partido del Rey debajo de la bandera del capitán Diego Centeno, y algunos de los que eran cómplices de Gonzalo Pizarro, el cual fue Dios servido que quedase por vencedor de ella. Para llegar a la ciudad de la Paz se deja el camino real de los incas y se sale al pueblo de Laxa; adelante de él una jornada está la ciudad, puesta en la angostura de un pequeño valle que hacen las sierras, y en la parte más dispuesta y llana se fundó la ciudad, por causa del agua y leña, de que hay mucha en este pequeño valle, como por ser tierra más templada que los llanos y vegas del Collao, que están por lo alto de ella, adonde no hay las cosas que para proveimiento de semejantes ciudades requiere que haya, no embargante que se ha tratado entre los vecinos de la mudar cerca de la laguna grande de Titicaca o junto a los pueblos de Tiaguanaco o de Guaqui. Pero ella se quedará fundada en el asiento y aposentos del valle de Chuquiabo, que fue donde en los años pasados de sacó gran cantidad de oro de mineros ricos que hay en este lugar. Los incas tuvieron por gran cosa a este Chuquiabo; cerca de él está el pueblo de Oyune, donde dicen que está en la cumbre de un gran monte de nieve gran tesoro escondido en un templo que los antiguos tuvieron, el cual no se puede hallar ni saben a qué parte está. Fundó y pobló esta ciudad de Nuestra Señora de la Paz el capitán Alonso de Mendoza, el nombre del emperador nuestro señor, siendo presidente en este reino el licenciado Pedro de la Gasca, año de nuestra separación de 1559 años. En este valle que hacen las sierras, donde está fundada la ciudad, siembram maíz y algunos árboles, aunque pocos, y se cría hortaliza y legumbres de España. Los españoles son bien proveídos de mantenimientos y pescado de la laguna y de muchas frutas que traen de los valles calientes, adonde se siembra gran cantidad de trigo, y crían vacas, cabras y otros ganados. Tiene esta ciudad ásperas y dificultosas salidas, por estar, como digo, entre las sierras; junto a ella pasa un pequeño río de muy buen agua. De esta ciudad de la Paz hasta la villa de Plata que es en la provincia de los Charcas, hay noventa leguas, poco más o menos. De aqui, para proseguir con orden, volveré al camino real que dejé; y así digo que desde Viacha se hasta Hayohayo, donde hubo grandes aposentos para los incas. Y más adelante de Hayohayo está Siquisica, que es hasta donde llega la comarca de los collas, puesto que a una parte y a otra hay de estos pueblos otros algunos. De este pueblo de Siquisica can al pueblo de Caracollo, que está once leguas de él, el cual está asentado en unas vegas de campina cerca de la provincia de Paria, que fue cosa muy estimada por los Incas; y andan vestidos los naturales de la provincia de Parla como todos las demás, y traen por ornamento en las cabezas un tocado a manera de bonetes pequeños hechos de lana. Fueron los señores muy servidos de sus indios, y había depósitos y aposentos reales para los incas y templo de sol. Ahora se ve gran cantidad de sepulturas altas, donde metían sus difuntos. Los pueblos de indios sujetos a Paria, que son Caponota y otros muchos, de ellos están en la laguna y de ellos en otas partes de la comarca; más adelante de Paria están los pueblos de Pocoata, Macha, Caracara, Moromoro, y cerca de los Andes están otras provincias y grandes señores.

Capítulo CVII

De la fundación de la villa de Plata, que está situada en la provincia de los Charcas

La nobre y leal villa de Plata, población de españoles en los Charcas, asentada en Chuquisaca, es muy mentada dn los reinos del Perú en mucha parte del mundo, por los grandes tesoros de que ella han ido estos años a España. Y está puesta esta villa en la mejor parte que se halló, a quien (como digo) llaman Chuquisaca, y es tierra de muy buen temple, muy aparejada para crias árboles de fruta y para sembrar trigo y cebada, viñas y otras cosas.
Las estancias y heredamientos tienen en este tiempo gran precio, causado por la riqueza que se ha descubierto de las minas de Potosí. Tiene muchos términos y pasan algunos ríos por cerca de ella, de agua muy buena, y en los heredamientos de los españoles se crían muchas vacas, yeguas y cabras; y algunos de los vecinos de esta villa son de los ricos y prósperos de las Indias, porque el año de 1548 y 49 hubo repartimiento, que fue el del general Pedro de Hinojosa, que rentó más de cien mil castellanos, y otros a ochenta mil, y algunos a más. Por manera que fue gran cosa los tesoros que hubo en estos tiempos. Esta villa de Plata pobló y fundó el capitán Peranzúrez, en nombre de su majestad del emperador y rey nuestro señor, siendo su gobernador y capitán general del Perú el adelantado don Francisco Pizarro, año de 1538 años; y digo que, sin los pueblos ya dichos, tiene esta villa a Totora, Tapacari, Sipisipe, Cochabamba. los Carangues, Quillanca, Chaianta, Chaqui y los Chichas, y otros muchos, y todos muy ricos, y algunos, como él velle de Cochabamba, fértiles para sembrar trigo y maíz y criar ganados. Más adelante de esta villa está la provincia de Tucuma, y las regiones donde entraron a descubrir el capitán Felipe Gutierrez y Diego de Rojas y Nicolás de Heredia, por la cual parte descubrieron el río de la Plata, y llegaron más adelante hacia el sur, de donde está la fortaleza que hizo Sebástian Gaboto; y como Diego de Rojas murió de una herida de flecha con hierba, que los indios le dieron, y después, con gran soltura, Francisco de Mendoza prendió a Filipe Gutiérrez y le constrinó volver al Perú con harto riesgo, y el mismo Francisco de Mendoza, a la vuelta que volvió del descubrimiento del río, fue muerto, juntamente con su maestre de campo Ruy Sanchéz de Hinojosa, por Nicolás de Heredia, no se descubrieron enteramente aquellas partes, porque tantas pasiones tuvieron unos con otros que se volvieron al Perú; y encontrando con Lope de Mendoza, maestre de campo del capitán Diego Centeno, que venía huyendo de la furia de Carvajal, Capitán de Gonçalo Pizarro, se juntaron con él. Estando ya divididos, y en un pueblo que llaman Pocona, fueron desbaratados por el mismo Carvajal, y luego, con la diligência que tuvo, presos en su poder el Nicolás de Heredia y Lope de Mendoza y muertos ellos y otros. Más adelante está la gobernación de Chile, de que es gobernador Pedro de Valdivia, y otras tierras comarcanas con el estrecho que dicen de Magallanes. Y porque las cosas de Chile son grandes y convendría hacer particular relación de ellas, he yo escrito lo que he visto desde Urabá hasta Potosí, que está junto con esta villa, camino tan grande que a mi ver habrá (tomando desde los términos que tiene Urabá hasta salir de los de la villa de Plata) bien mil y doscientas leguas, como ya he escrito; por tanto no pasaré de aquí en esta primera parte más de decir los indios sujetos a la villa de Plata, que sus costrumbres y las de los otros son todas unas. Cuando fueron sojuzgados por los incas hicieron que sus pueblos ordenados, y todos andan vestidos, y lo mismo sus mujeres, y adoran al sol y en otras cosas, y tuvieron templos en que hacían sus sacrificios, y muchos de ellos, como fueron los que llaman naturales charcas y los carangues, fueron muy guerreros. De esta villa salieron en diversas veces capitanes con vecinos y soldados a servir a su majestad en las guerras pasadas, y servieron lealmente, con lo cual hago fin en lo tocante a su fundación.

Capítulo CVIII

De la riqueza que hubo en Porco y de cómo en los términos de esta villa hay grandes vetas de plata

Parece que lo que oí de los indios dicen que en el tiempo que los reyes incas mandaron este gran reino del Perú les sacaban en algunas partes de esta provincia de los Charcas cantidad grande de metal de plata y para ello estaban puestos indios, los cuales daban el metal de plata que sacaban a los veedores y delegados suyos. Y en este cerro de Porco, que está cerca de la villa de Plata, había minas, donde sacaban plata para los señores; y afirman que mucha de la plata que estaba en el templo del sol de Curicancha fue sacada de este cerro; y los espanõles han sacado mucha de él. Ahora en este año se está limpiando una mina del capitán Hernando Pizarro, que afirman que le valdrá por año las ansedradas que de ella sacarán más de doscientos mil pesos de oro. Antonio Alvarez, vecino de esta villa, me mostró en la ciudad de los Reyes un poco de metal, sacado de otra mina que él tiene en este cerco de Porco, que casí todo parecía plata, por manera que Porco fue antiguamente cosa riquíssima, y ahora lo es, y se cree que será para siempre. También en muchas sierras comarcanas a esta villa de Plata y de sus términos y jurisdicción se han hallado ricas minas de plata; y tiénese por cierto, por lo que se ve, que hay tanto de este metal, que si hubiese quien lo buscase y sacase, sacarán de él pocos menos que en la provincia de Vizcaya sacan hierro. Pero por no sacarlo con indios, y por ser la tierra fría para negros y muy costosa, parece que es causa que esta riqueza tan grande está perdida. También digo que en algunas partes de la comarca de esta villa hay ríos que llevan oro, y bien fino. Mas como las minas de plata son más ricas, danse poco por sacarlo. En los Chichas, pueblos derramados, que están encomendados a Hernando Pizarro y son sujetos a esta villa, se dice que en algunas partes de ellos hay minas de plata; y en las montañas de los Andes nacen ríos grandes en los cuales si quisieren buscar mineros de oro, tengo que se hallaran.

Capítulo CIX

Cómo se descubrieron las minas de Potosí, donde se ha sacado riqueza nunca vista ni oída en otros tiempos, de plata; y de cómo por no correr el metal la sacan los indios con la invención de las guairas.

Las minas de Porco y otras que se han visto en estos reinos, muchas de ellas desde el tiempo de los incas, están abiertas y descubiertas las vetas de donde sacaban el metal; pero las que se hallaron en esto cerro de Potosí (de quien quiero ahora escribir) ni se vio la riqueza que había ni se sacó del metal hasta que el año de 1547 años, andando un español llamado Villaroel con ciertos indios a buscar metal que sacar, dio en esta grandeza que está en un collado alto, el más hermoso y bien asentado que hay en toda aquella comarca; y porque los indios llaman Potosí a los cerros y casas altas, quedósele por nombre Potosi, como le llaman. Y aunque en este tiempo Gonzalo Pizarro andaba dando guerra al visorrey y el reino lleno de alteraciones causadas de esta rebelión, se pobló la falda de este cerro y se hicieron cosas grandes y muchas, y los españoles hicieron su principal asiento em esta parte, pasándose la justicia a él; tanto, que la villa estaba casi desierta y despoblada; y así luego tomaron minas, y descubrieron por lo alto del cerro cinco vetas riquísimas, que nombran Veta Rica, Veta del Estaño, y la cuarta de Mendieta, y la quinta de Oñate; y fue tan sonada esta riqueza, que de todas las comarcas venían indios a sacar plata a este cerro, el sitio del cual es frío, porque junto a el no hay ningún poblado. Pues tomada posesión por los españoles, comenzaron a sacar plata de esta manera; que al que tenía mina le daban los indios que en ella entraban un marco, y si era muy rica, dos cada semana; y si no tenían mina, a los señores comenderos de indios les daban medio marco cada semana. Cargó tanta gente a sacar plata, que parecía aquel sitio una gran ciudad, Y porque forzado ha de ir en crecimiento o venir en disminuición tanta riqueza, digo que para que se sepa la grandeza de estas minas, según lo que vi el año del Señor de 1549 en este asiento, siendo corregidor en él y en la villa de Plata por su majestad el licensiado Polo, que cada sábado en su propia casa, donde estaban las cajas de las tres llaves, se hacía fundición y de los quintos reales venían a su majestad treinta mil pesos, y veinte y cinco, y algunos pocos menos y algunos más de cuarenta. Y con sacar tanta grandeza que montaba el quinto de la plata que pertenece a su majestad más de ciento y veinte mil castellanos cada mes, decían que salía poca plata y que no andaban las minas buenas. Y esto que venía a fundición era solamente metal de los cristianos, y no todo lo que tenían porque mucho sacaban en tejuelos para llevar donde querían, y los indios verdaderamente se cree que llevaron a sus tierras grandes tesoros. Por donde con gran verdad se podrá tener que en ninguna parte del mundo se halló cerro tan rico, ni ningún príncipe, de un solo pueblo, como es esta famosa villa de Plata, tuvo ni tiene tantas rentas ni provechos; pues desde el año de 1548 hasta el de 51 le han valido sus quintos reales más de tres miliones de ducados, que monta más que cuando hubieron los españoles de Atabaliba ni se halló en la ciudad del Cuzco cuando la descubrieron. Parece, que lo que se ve, que el metal de la plata no puede correr con fuelles ni quedar con la materia del fuego convertido en plata. En Porco y en otras parte de este reino donde sacan metal hacen grandes planchas de plata, y el metal lo purifican y apartan de la escoria que se cría con la tierra, con fuego, teniendo para ello sus fuelles grandes. En este Potosí, aunque por muchos se ha procurado, jamás han podido salir con ello; la reciura del metal parece que lo causa, o algún otro mistério; porque grandes maestros han intentado, como digo, de sacarlos con fuelles, y no ha prestado nada su diligencia; y al fin, como para todas las cosas puedan hallar los hombres en esta vida remedio, no les faltó para sacar esta plata, con una invención la más estraña del mundo, y es que antiguamente, como los incas fueron tan ingeniosos en algunas partes que les sacaban plata, debía no querer correr con fuelles, como en esta de Potosí, y para aprovercharse del metal hacían unas formas de barro, del talle y manera que es un albahaquero en España, teniendo por muchas partes algunos agujeros o respiraderos. En estos talles ponían carbón, y el metal encima; y puestos por los cerros o laderas donde el viento tenían más fuerzas, sacaban de él plata, la cual apuraban y afinaban después con sus fuelles pequeños, o cañones con que soplan. De esta manera se sacó toda esta multitud de plata que ha salido de este cerro, y los indios se iban con el metal a los altos de la redonda de él a sacar plata. Llaman a estas formas guairas, y de noche hay tantas de ellas por todos los campos y collados, que parecen luminarias; y en tiempo que hace viento recio se saca plata en cantidad; cuando el viento falta, por ninguna manera pueden sacar ninguna. De manera que, así como el viento es provechoso para navegar por el mar, lo es en este lugar para sacar la plata, y como los indios no hayan tenido veedores ni se pueda irles a la mano en cuando al sacar plata, por llevarlas ellos (como está ya dicho) a sacar los cerros, se cree que muchos han enriquecido y llevado a sus tierras gran cantidad de esta plata. Y fue esto causa que de muchas partes del reino acudían indios a este asiento de Potosí para aprovecharse, pues había para ello tan grande aparejo.

Capítulo CX

De cómo junto a este cerro de potosí hubo el más rico mercado del mundo en tiempo que estas minas estaban en su prosperidad

En todo reino del Perú se sabe por los que por él habemos andado que hubo grandes tiangues, que son mercados donde los naturales contrataban sus cosas, entre los cuales el más grande y rico que hubo antiguamente fue el de la ciudad del Cuzco; porque aún en tiempo de los españoles se conoció su grandeza, por el mucho oro que se compraba y vendía en él; y por otras cosas que traían de todo lo que se podía haber y pensar. Mas no se igualó este mercado o tiangues ni otro ninguno del reino al soberbio de Potosí; porque tan grande la contratación, que solamente entre indios, sin intervir cristianos se vendía cada día, en tiempo que las minas andaban prósperas, veinte y cinco y treinta mil pesos de oro y díaz de más de cuarenta mil; cosa estraña y que creo que ninguna feria del mundo se iguala al trato de este mercado. Yo lo noté algunas veces, y veía que en un llano que hacía la plaza de este asiento por una parte de él iba una hilera de cestos de coca, que fue la mayor riqueza de estas partes; por otra, rimeros de mantas y camisetas ricas delgadas y bastas; por otra estaban montones de maíz y de papas secas y de las otras sus comidas; sin lo cual, había gran número de cuartos de carne de la mejor que había en el reino. En fin, se vendían otras cosas muchas que no digo; y duraba esta feria o mercado desde la mañana hasta que oscurecía la noche; y como se sacase plata cada día y estos índios son amigos de comer y beber, especialmente los que tratan con los españoles, todo se gastaba lo que se traía a vender; en tanta manera, que de todas partes acudían con bastimentos y cosas necesarias para su provenimiento. Y así muchos españoles enriquieceron en este asiento de Potosí con solamente tener dos o tres indias que les contrataban en este tiangues, y de muchas partes acudieron grandes cuadrillas de anaconas, que se entiende ser indios libres que podían servir a quien fuese su voluntad; y las más hermosas indias del Cuzco y de todo ek reino se hallaron en este asiento. Una cosa pazas y por algunos se trataban pocas verdades. Y al valor de las cosas fueron tantas mercaderías, que se vendían los ruanes, paños y holandas casi tan barato cono en España, y en almoneda vi yo vender cosas por tan poco precio que en Sevilla se tuvieron por baratas. Y muchos hombres que habían habido mucha riqueza, no hartando su codicia insaciable, se perdieron en tratar de mercar y vender, algunos de los cuales se fueron huyendo a Chile y a Tucuma y a otras partes, por miedo de las deudas; y así, todo lo más que se trataba era pleitos y debates que unos con otros tenían. El asiento de Potosí es sano, especialmente para indios, porque pocos o ningunos adolecían en él. La plata llevan por el camino real del Cuzco a dar a la ciudad de Arequipa, cerca de donde está el puerto de Quilca. Y toda la mayor parte de ella llevan carneros y ovejas; que a faltar éstos, con gran dificuldad se pudiera contratar ni andar en este reino, por la mucha distancia que hay de una ciudad a otra, y por la falta de bestias.

Capítulo CXI

De los carneros, ovejas, guanacos y vicunias que hay en toda la mayor parte de la sereanía del Perú

Paréceme que de ninguna parte del mundo se ha oído ni entendido que se hubiesen hallado la manera de ovejas como son los de estas Indias, especialmente en este reino, en la gobernación de Chile y en algunas de las porvíncias del río de la Plata, puesto que podrá ser que se hallen y vean en partidas que nos están ignotas y escondidas. Estas ovejas digo que es uno de los excelentes animales que Dios crío, y más provechoso, el cual parece que la Majestad divina tuvo cuidado de criar este ganado en estas partes para que las gentes pudiesen vivir y sustentarse. Porque por vía alguna estos indios, digo los serranos del Perú pudieran pasar la vida, si no tuvieron de este ganado, o de otro que les diera el provecho que de él sacan, el cual es de la manera que en este capítulo diré.
En los valles de los llanos, y en otras partes calientes siembran los naturales algodón, y hacen sus ropas de él con que no sienten falta ninguna, porque la ropa de algodón es conveniente para esta tierra.
En la serranía, en muchas partes, como es la provincia de Collao, los soras y charcas de la villa de Plata, y en otros valles, no se cría arból, ni el algodón aunque se sembrara daría fruto. Y poder los naturales, si no lo tuvieron de suyo por vía de contratación hacer ropa todos, fuera cosa imposible. Por lo cual el dador de los bienes, que es Dios, nuestro Sumo Bien, crió en estas partes tanta cantidad del ganado que nosotros llamamos ovejas, que si los españoles con las guerras no dieran tanta prisa a lo aporcar, no había cuento ni suma lo mucho que por todas partes había. Más, como tengo dicho, en indios y ganado vino gran pestilencia con las guerras que los españoles unos con otros tuvieron, Llaman los naturales a las ovejas llamas y a los carneros urcos. Unos son blancos, otros negros, otros pardos. Su talle es que hay algunos carneros y ovejas tan grandes como pequeños asnillos, crecidos de piernas y anchos de barriga; tira su pesquezo y talle a camello; las cabezas son largas, parecen a las de las de las ovejas de España. La carne de este ganado es muy buena si está gordo, y los corderos son mejores y de más sabor que los de España. Es ganado muy doméstico y que no da ruido. Los carneros llevan a dos y a tres arrobas de peso muy bien, y en cansando no se pierde, pues la carne es tan buena. Verdaderamente en la tierra del Collao es gran placer ver salir los indios con sus arados en estos carneros, y a la tarde verlos volver a sus casas cargados de leña. Comen de la hierba del campo. Cuando se quejan, echándose como los camellos, gimen. Otro linaje hay de este ganado, a quien llaman guanacos, de esta forma y talle, los cuales son muy grandes y andan hechos monteses por los campos manadas grandes de ellos, y a saltos van corriendo con tanta ligereza que el perro que los ha de alcanzar ha de ser demasiado ligero. Sin éstos, hay asimismo otrs suerte de estas ovejas o llamas, a quien llaman vicunias; éstas son más ligeras que los guanacos, aunque más pequenas; andan por los despoblados comiendo de la hierba que ellos cría Dios. La llana de estas vicunias es excelente, y toda tan buena que es más fina que la de las ovejas marinas de España. No sé yo si se podrían hacer paños de ella; sé que es cosa de ver la ropa que se hacía para los señores de esta tierra. La carne de estas vicunias y guanacos tira el sabor de ella a carne de monte, mas es buena. Y en la ciudad de la Paz comí yo en la posada del capitán Alonso de Mendoza cecina de uno de estos guanacos gordos y ma pareció la mejor que había visto en mi vida. Otro género hay de ganado doméstico, a quien llaman pacos, aunque es muy feo y lanudo; es del talle de las llamas u ovejas, salvo que es más pequeño; los corderos, cuando son tiernos mucho se parecen a los de España . Pare en el año una vez una de estas ovejas, y no más.

Capítulo CXII

Del árbol llamado molle, y de otras hierbas y raíces que hay en este reino del Perú.

Cuando escribí lo tocante a la ciudad de Guayaquil traté de la zarzaparrilla, hierba tan provechosa, como saben los que han andado por aquellas partes. En este lugar me pareció tratar de los árboles llamados molles, por el provecho grande que en ellos grandes arboledas, y lo mismo en las espesuras de los Andes, con árboles de diferentes naturas y maneras, de los cuales pocos o ninguno hay que parecen a los de España. Algunos de ellos, que son aguacates, guayanabos, caimitos, guabos, llevan fruta de la suerte y manera que en ningunos lugares de esta escritura he declarado; los demás son todos llenos de abrojos o espinas o montes claros, y algunas cebas de gran ganador, en las cuales, y en otros árboles que tienen huecos y concavidades, crían las abejas miel singular con grande orden y concierto. En toda la mayor parte de lo poblado de esta tierra se ven unos árboles grandes y pequeños, a quien llaman molles; éstos tienen la hoja muy menuda, y en el olor conforme a hinojo, y la corteza o cáscara de este árbol es tan provechosa que si está un hombre con grave dolor de piernas y las tiene hinchadas, con solamente cocerlas en agua y lavarse algunas veces, queda sin dolor ni hinchazión. Para limpiar los dientes son los ramicos pequeños provechosos; de una fruta muy menuda que cría este árbol hacen o vino o brebaje muy bueno, y vinagre; y miel harto buena, con no más de deshacer la cantidad que quieren de esta fruta con agua en alguna vasija, y puesta al fogo, después de ser gastada la parte perteneciente, queda convertida en vino o en vinagre o en miel, según es el cocimiento. Los indios tienen en mucho estos árboles. Y en estas partes hay hierbas de gran virtud, de las cuales diré de algunas que yo ví; y así, digo que en la provincia de Quimbaya, y donde está situado la ciudad de Cartago, se crían unos bejucos o raíces por entre los árboles que hay en aquella provincia, tan provechosa para purgar, que son solamente tomar poco más de una braza de ellos, que serán del gordor de un dedo, y echarlos en una vasija de agua que tenga poco menos de un azumbre, embebe en una noche que está en el agua la mayor parte de ella; de la otra, bebiendo cantidad de medio cuartillo de agua, es tan cordial y provechosa para purgar, que el enfermo queda tan limpio como si hubiera purgado con ruibarbo. Yo me purgué una o dos veces en la ciudad de Cartago con este bejunco o raíz, y me fue bien y todos lo teníamos or medicinal. Otras habas hay para este efecto que algunos las alaban y otros dicen que son dañosas. En los aposentos de Bilcas me adoleció a mí una esclava por ir enferma de ciertas llagas que llevaba en la parte inferior; por un carnero que dí a unos indios vi que trajeron unas hierbas que echaban una flor amarilla, y las tostaron a la dandela para hacerlas polvo, y con dos o tres veces que la untaron quedó sana.
En la provincia de Andaguailas vi otra hierba tan buena para la boca y dentadura, que limpiándose con ella una hora o dos dejaba los dientes sin odor y blancos como nieve. Otras muchas hierbas hay en esta partes provechosas para la salud de los hombres, y algunas tan dañosas que matan con su ponzoña.

Capítulo CXIII

De cómo en este reino hay grandes salinas y baños y la tierra es aparejada para criarse olivos y otros frutas de España, y de algunos animales y aves que en él hay.

Pues concluí en lo tocante a las fundaciones de las nuevas ciudades que hay en el Perú, bien será das noticia e algunas particularidades y cosas notables antes de dar fin a esta primera parte. Y ahora dirá de las grandes salinas naturales que vemos en este reino, pues para la sustentación de los hombres es cosa muy importante. En toda la gobernación de Popayán conté cómo no había salinas ningunas, y que Dios nuestro Señor proveyó de manantiales salobres del agua, de los cuales las gentes hacen sal, con que pasan sus vidas. Acá en el Perú hay tan grandes y hermosas salinas que de ellas de podrían próveer de sal todos os reinos de España, Italia, Francia y otras mayores partes. Cerca de Tumbes y de Puerto Viejo, dentro en el agua, junto a la costa de la mar, sacan grandes piedras de sal, que llevan en naves a la ciudad de Cali y a la Tierra Firme, y a otras partes donde quieren. En los llanos y aranales de este reino, no muy lejos del valle que llaman de Guaura, hay unas salínas muy buenas y muy grandes, la sal albísima, y grande montones de ella, la toda está perdida, que muy pocos indios se aprovechan de ella. En la serranía cerca de la provincia de Guailas hay otras salinas mayores que éstas. Media legua de la ciudad del Cuzco están otras pozas, en las cuales los indios hacen tanta sal que basta para el provenimiento de muchos de ellos. En las provincias de Condesuyo y en algunas de Andesuyo hay, sin las salinas ya dichas, algunas bien grandes y de sal muy excelente. Por manera que podré afirmar que cuanto a sal es bien proveído este reino del Perú.
Hay asimismo en muchas partes grandes baños, y muchas fuentes de agua caliente, donde los naturales se bañaban y bañan. Muchas de ellas yo he visto por las partes que anduve de él; y en algunos lugares de este reino, como los llanos y valles de los ríos y la tierra templada de la serranía, son muy fértiles, pues los trigos se crían tan hermosos y dan fruto en gran cantidad; lo mismo hace el maíz cebada. Pues viñas no hay pocas en los términos de San Miguel, Trujillo y los Reyes y en las ciudades del Cuzco y Huamanga, y en otras de la serranía comienza ya a haberlas, y se tiene grande esperanza de hacer buenos viños. Naranjales, granadas y otras frutas, todas las hay, de las que han traído de España como las a la tierra. Legumbres de todo género se hallan; y en fin, gran reino es el del Perú, y el tiempo andando será más, porque se habrán hecho grandes poblaciones adonde hubiere aparejo para hacerse; y pasada esta nuestra edad, se podrán sacar del Perú para otras partes trigo, vinos, carnes, lanas y aun sedas. Porque plantar morenas hay el mejor aparejo del mundo; sola una cosa vemos que no se ha traído a estas Indias, que es olivos, que después del pan y vino es lo más principal. Paréceme a mí que si traen injertos de ellos para poner en estos llanos y en las vegas de los ríos de las tierras, que se harán tan grandes montañas de ellos como en el ajarafe de Sevilla y otros grandes olivares que hay en España. Porque si quiere tierra templada, la tiene; si con mucha agua, lo mismo, y sin ninguna y con poca. Jamás truena ni se ve relámpago, ni caen nieves ni hielos en estos llanos, que es lo que daña el fruto de los olivos. En fin, como vengan los injertos, también vendrá tiempo en lo futuro que provae el Perú de aceite como de lo más. En este reino no se han hallado encinales; y en la provincia de Collao y en la comarca del Cuzco, y en otras partes de él, si se sembrasen. me parece lo mismo que de los olivares, que habrá no pocas dehesas. Por tanto, mi parecer es que los conquistadores y pobladores de estas partes no se les vaya tanto tiempo en contar de batallas y alcances: entiendan en plantar y sembrar, que es lo que aprovechará más. Quiero decir aqui una cosa que hay en esta serranía del Perú. y es unas raposas no muy grandes, las cuales tienen tal propiedad que echan de sí tan pestífero y hediondo olor que no se puede compadecer; y si acaso alguna de estas raposas orina en alguna lanza o cosa otra, aunque mucho se lave, por muchos díaz tiene el mal olor ya dicho. En ninguna parte de él se han visto lobos ni otros animales dañosos, salvo los grandes tigres que conté que hay en la montaña del puerto de Buenaventura, comarcana a ciudad de Calli, los cuales han muertos algunos españoles y muchos indios. Avestruces adelante de los Charcas se han hallado, y los indios los tenían en mucho. hay otro género de animal, que llaman vizcacha, del tamaño de una liebre y de la forma, salvo que tienen la cola larga como raposas; crían en pedregales y entre rocas, y en muchas matan con ballestas y arcabuces y los indios con lazos; son buenas para comer como estén manidas; y aun de los pelos o lana de estas viscachas hacen los indios mantas grandes, tan blandas como si fuesen de seda, y son muy preciadas. Hay muchos halcones, en que España serían estimados; perdices, en muchos lugares he dicho haber dos maneras de ellas, unas pequeñas y otras como gallinas; hurones hay los mejores del mundo. En los llanos y en la sierra hay unas aves muy hediondas, a quien llaman auras; mantiénense de comer cosas muertas y otras bascosidades. Del linaje de estas hay unos cóndores grandísimos, que casi parecen grifos; algunos acometen a los corderos y guanacos pequeños de los campos.

Capítulo CXIV

De cómo los indios naturales de este reino fueron grandes maestros de plateros y de hacer edificios, y de cómo para las ropas finas tuvieron colores muy perfectos y buenos.

Por las raziones que los indios nos dan se entiende que antiguamente no tuvieron el orden de las cosas ni la policía que después que los incas los señorearon y ahora tienen; porque cierto entre ellos han visto y ven cosas tan primamente hechas por su mano, que todos los que de ellas tienen noticia se admiran; y lo que más se nota es que tienen pocas herramientas y aparejos para hacer lo que hacen, y con mucha facilidad lo dan hecho con gran primor. En tiempo que se ganó este reino por los españoles se vieron piezas hechas de oro y plata, soldado lo uno y lo otro de tal manera que parecía que había nacido así. Viéronse cosas más extrañas de argentería, de figuras y otras cosas mayores que no cuento por no haberlo visto; haste que afirmo haber visto que con dos pedazos de cobre y otras dos o tres piedras vi hacer vajillas, y tan bien labradas, y llenos los bernegales, fuentes y candeleros de follaje y labores, que tuvieron bien de hacer otros oficiales en hacerlo tal y tan bueno con todos los aderezos y herramientas que tienen; y cuando labran no hacen más de un hornillo de barro, donde ponen el carbón, y con unos cañudos soplan en lugar de fuelles. Sin las cosas de plata, muchos hacen estampas, cordones y otras cosas de oro; y muchachos que quien los ve juzgara que aún no saben hablar, entienden en hacer de estas cosas. Poco es lo que ahora labran, en comparación de las grandes y ricas piezas que hacían en tiempos de los incas; pues la chaquira tan menuda y pareja la hacen, por lo cual parece haber grandes plateros en este reino, y hay muchos de los que estaban puestos por los reyes incas en las partes más principales de él. Pues de armar cimientos, fuertes edificios, ellos lo hacen muy bien, y así, ellos mismos labran sus moradas y casas de los españoles, y hacen el ladrillo y teja y asientan las piedras bien grandes y crecidas, unas encima de otras, con tanto primor que casi no se parece la juntura; también hacen bultos y cosas mayores, y en muchas partes se han visto que los han hecho y hacen sin tener otras herramientas más que piedras y sus grandes ingenios. Para sacar grandes acequias no creo yo que en el mundo he habido gente ni nación que por partes tan ásperas ni dificuldades las sacasen y llevasen, como largamente declaré en los capítulos dichos. Para tejer sus mantas tienen sus telares pequeños; y antiguamente, en tiempo que los reyes incas mandaron este reino, tanían en las cabezas de las provincias cantidad de mujeres, que llamaban mamaconas, que estaban dedicadas al servicio de sus dioses en los templos del sol, que ellos tenían por sagrados, los cuales no entendían sino en tejer ropa finísima para los señores incas, de lana de las vicunias; y cierto fue tan prima esta ropa como habrán visto en España por alguna que allá fue luego que se ganó este reino. Los vestidos de estos incas eran camisetas de estas ropas, unas pobladas de argentería de oro, otras de esmeraldas y piedras preciosas, y algunas de plumas de aves; otras de solamente la manta. Para hacer estas ropas tuvieron y tienen tan perfectos colores de carmesí, azul, amarillo, negro y de otras suertes, que verdaderamente tienen ventaja a las de España.
En la gobernación de Popayán hay una tierra con la cual, y con unas hojas de un árbol, queda teñido lo que quieren de un color negro perfecto. Recitar las particularidades con que y cómo hacen estas colores téngolo por menudencia, y paréceme que basta contar solamente lo principal.

Capítulo CXV

Cómo en la mayor parte de este reino hay grandes mineros de metales

Desde el estrecho de Magallanes comienza la cordillera o longura de sierras que llamamos Andes, y atravieza muchas tierras y grandes provincias, como escribí en la descripción de esta tierra, y sabemos que a la parte de la mar del Sur (que es al poniente) se halla en los más ríos y collados gran riqueza; y las tierras y provincias que caen a la parte de levante se tienen por pobres de metales, según dicen los que pasaron al río de la Plata conquistando, y salieron algunos de ellos al Perú por la parte de Potosí, los cuales cuentan que la fama de riqueza los trajo a unas provincias tan fértiles de bastimiento como pobladas de gente, que están a las espaldas de los Charcas, pocas jornadas adelante. Y la noticia que tenían no era otra sino el Perú, ni la plata que vieron, que fue poca, salió de otra parte que de los términos de la villa de Plata, y por vía de contratación la habían los de aquellas partes. Los que fueron a descobrir con los capitanes Diego de Rojas, Felipe Gutiérrez, Nicolás de Heredia, tampoco hallaron riqueza. Después de entrados en la tierra que está pasada la cordillera de los Andes, el adelantado Francisco de Orellana, yendo por el Marañón en el barco, al tiempo que andando en el descubrimiento de la canela, lo envió el capitán Gonzalo Pizarro, aunque muchas veces daba con los españoles en pueblos, poco oro ni plata, o ninguno, vieron. En fin no hay por qué tratar sobre esto, pues si no fue en la provincia de Bogotá, en ninguna otra de la parte de la cordillera de los Andes se ha visto riqueza ninguna; lo cual es al contrario por la parte del sur, pues se han hallado las mayores riquezas y tesoros que se han visto en el mundo en muchas edades; y así el oro que había en las provincias que están comarcanas al río grande de Santa Marta, desde la ciudad de Popayán hasta la villa de Mopox, estuviera en un poder y de un solo señor, como fue en las provincias del Perú, hubiera mayor grandeza que en el Cuzco. En fin, por las faldas de esta cordillera se han hallado grandes mineros de plata y oro, así por la parte de Antiocha como de la de Cartago, que es en la gobernación de Popayán, y en todo el reino del Perú; y si hubiese quien lo sacase, hay oro y plata que sacar para siempre jamás; porque en las sierras y en los llanos y en los ríos y por todas partes que caven y busquen, hallarán plata y oro. Sin esto, hay gran cantidad de cobre y mayor de hierro por los secadales y cabezadas de las sierras que bajan a los llanos. En fin, se halla plomo, y de todos los metales que Dios crió es bien proveído este reino; y a mí paréceme que mientras hubiere hombres no dejará de haberse gran riqueza en él; y tanta ha sido la que de él se ha sacado, que ha encarecido a España de tal manera cual nunca los hombres lo pensaron.

Capítulo CXVI

Cómo muchas naciones de estos indios se daban guerra unos a otros y cuán opresos tienen los señores principales a los indios pobres.

Verdaderamente, yo tengo que ha muchos tiempos y años que hay gentes en estas Indias, según lo demuenstran sus antigüedades y tierras tan anchas y grandes como han poblado; y aunque todos ellos son morenos lampiños y se parecen en tantas cosas unos a otros, hay tanta multitud de lenguas entre ellos que casi a cada legua y en cada parte hay nuevas lenguas. Pues como hayan pasado tantas edades por tantas gentes y hayan vivido sueltamente, unos a otros se dieron grandes guerras y batallas , quedándose con las provincias que ganaban. T así en los términos de la villa de Arma, de la gobernación de Popayán, está una gran provincia, a quien llaman Carrapa, entre la cual y la de Quimbaya (que es donde se fundó la ciudad de Cartago) había cantidad de gente; los cuales, llevando por capitán o señor a uno de ellos, el más principal, llamado Urrúa, se entraron en Carrapa, y a pesar de los naturales se hicieron señores de lo mejor su provincia. Y esto sé porque cuando descobrimos enteramente aquellas comarcas vimos las rocas y pueblos quemados que habían dejado los naturales de la provincia de Quimbaya. Todos fueron lanzados de ella antiguamente por los que se hicieron señores de sus campos, según es público entre ellos. En muchas partes de las provincias de esta gobernación de Popayán fue lo mismo. En el Perú no hablan otra cosa los indios sino decir que os unos vinieron de un parte y los otros de otra, y con guerras y contiendas los unos se hacían señores de las tierras de los otros, y bien parece ser verdad, y la gran antigüedad de esta gente por las señales de los campos que labraban ser tantos, y porque en algunas partes que se ve que hubo sementeras y fue poblado hay árboles nacidos tan grandes como bueyes. Los incas claramente se conoce que se hicieron señores de este reino por fuerza y por maña, pues cuentan que Mangocapa, el que fundó el Cuzco, tuvo poco principio, y duraron en el señorío hasta que, habiendo división entre Guascar, único heredero, y Atabalipa sobre la gobernación del imperio, entraron los españoles y pudieron facilmente ganar el reino y a ellos apartarlos de sus porfías; por lo cual parece también se usó de guerras y tiranías entre estos indios, como en las demás partes del mundo, pues lemos que tiranos se hicieron señores de grandes reinos y señoríos. Yo entendi en el tiempo que estuve en aquellas partes que es grande la opresión que los mayores tienen a los menores, y con el rigor que algunos de los caciques mandan a los indios; porque si el encomendero les pide alguna cosa, o que por fuerza hayan de hacer algún servicio personal o con hacienda, luego estos tales mandan a sus mandones que lo provean, los cuales andan por las casas de los má pobres mandando que lo cumplan, y si dan alguna excusa, aunque sea justa, no solamente no los oyen, más maltrátanlos, tomándoles por fuerza lo que quieren. En los indios del Rey y en otros pueblos del Collao oí yo lamentar a los pobres indios esta opresión, y en el valle de Jauja y en otras muchas partes, los cuales, aunque reciben algún agravio, no saben quejarse. Y si son necesarias ovejas o carneros, no se va por ellos a las manadas de los señores sino a las dos o tres que tienen los tristes indios; y algunos son tan molestados que se ausentan por miedo de tantos trabajos como les mandan hacer. Y en los llanos y valles de los yungas son más trabajados por los señores que en la sereanía. Verdad es que, como ya en las más provincias de este reino están religiosos adoctrinándolos, y algunos entiendan la lengua, oyen estas quejas y remedian muchas de ellas. Todo ya cada día en más orden, y hay tanto temor entre cristianos y caciques que no osan poner las manos en un indio, por la gran justicia que hay con haberse puesto en aquesas partes las audiencias y chancillerías reales; cosa de grande remedio para el gobierno de ellas.

Capítulo CXVII

En que se declaran algunas cosas que en esta historia se han tratado cerca de los indios, y de lo que acaeció a un clérigo con uno de ellos en un pueblo de esto reino.

Porque algunas personas dicen de los indios grandes males, comparándolas con las bestias, diciendo que sus costumbres y manera de vivir son más de brutos que de hombres, y que son tan malos que no solamente usan el pecado nefando, más que se comen unos a otros, y puesto que en esta mi historia yo haya escrito algo de esto y de algunas otras fealdades y abusos de ellos, quiero que se sepa que no es mi intención decir que esto se entienda por todos; antes es de saber que si en una provincia comen carne humana y sacrifican sangre de hombres, en otras muchas se aborrecen este pecado. Y así, por el consiguiente, en otra el pecado de contra natura, en muchas lo tienen por gran fealdad y no lo acostumbram, antes lo aborrecen; y así son las costumbres de ellos; por manera que será cosa injusta condenarlos en general. Y aun de estos males que estos hacían, parece que los descarga la falta que tenían de la lumbre de nuestra santa fe, por lo cual ignoraban el mal que cometían, como otras muchas naciones, mayormente los pasados gentiles, que también como estos indios estuvieron faltos de lumbre de fe, sacrificando tanto y más que ellos. Y aún si miramos, muchos hay que han profesado nuestra ley y recibido agua del santo bautismo los cuales engañados por el demonio, cometen cada día graves pecados, de manera que si estos indios usaban de las costumbres que he escrito, fue porque no tuvieron quien los encaminase en el camino de la verdad en los tiempos pasados. Ahora los que oyen la doctrina del santo Evangelio conocen las tinieblas de la perdición que tienen los que de ella se apartan, y el demonio, como le crece más la envidia de ver el fruto que sale de nuestra fe, procura de engañar com temores y espantos a estas gentes; pero poca parte es, y cada día será menos, mirando lo que Dios nuestro Señor obra en todo tiempo, en ensalzamiento de su santa fe. Y entre otras notables, diré una que pasó en esta provincia, en un pueblo llamado Lampaz, según se contiene en la relación que me dio en el pueblo de Azángaro, repartimiento de Antonio de Quiñones, vecino del Cuzco, un clérigo, contándome lo que pasó en la conversión de un indio; al cual yo rogué me la diese por escrito de su letra, que sin tirar ni poner cosa alguna en la siguiente: "Marcos Otazo, clérigo, vecinno de Valladolid, estando en el pueblo de Lampaz doctrinando los indios a nuestra santa fe cristiana, año de 1547, en el mes de mayo, siendo la luna llena, vinieron a mi todos los caciques y principales a rogarme muy ahincadamente les diese licensa para que hiciesen lo que ellos en aquel tiempo acostumbraban hacer, yo les respondí que había de estar presente, porque si fuese cosa no lícita en nuestra fe católlica de allí adelande no lo hiciesen; ellos lo tuvieron por bien; y así, fueron todos a sus casas; y siendo, a mi ver, el mediodía en punto, comenzaron a tocar en diversas partes muchos atabales con un solo palo, que así los tocan entre ellos, y luego fueron en la plaza, en diversas partes de ella, echadas por el suelo mantas, a manera de tapices, apra asentarse los caciques y principales, muy aderezados y vestidos de sus mejores ropas, los cabellos hechos trenzas hasta abajo, como tienen por costumbre, de cada lado una crizneja de cuatro ramales, tejida. Sentados en sus lugares, vi que salieron derecho por cada cacique un muchacho de edad de hasta de doce años, el más hermoso y dispusto de todos, muy ricamente vestido a su modo, de las rodillas abajo las piernas, a manera de salvaje, cubiertas de borlas coloradas; asimismo los brazos, y en el cuerpo muchas medallas y estampas de oro y plata; traía en la mano derecha una manera de arma como alabarda, y en la izquierda una bolsa de lana, grande, en que ellos echan la coca; y al lado izquierdo venía una muchacha de hasta diez años, muy hermosa, vestida de su mismo traje, salvo que por detrás traía gran falda, que no acostumbrabam traer las otras mujeres, la cual falda le traía una india mayor, hermosa, de mucha autoridad. Tras ésta venían otras muchas indias a manera de dueñas, con mucha mesura y crianza; y aquella niña llevaba en la mano derecha una bolsa de lana, muy rica, llena de muchas estampas de oro y plata; de las espaldas le colgaba un cuero de león pequeño, que las cubría todas. Tras estas dueñas venían seis indios a manera de los labradores, cada uno con su arado en el hombro, y en las cabezas sus diademas y plumas muy hermosas, de muchos colores. Luego venían otros seis como sus mozozs, con unos costales de papas, tocando su tambor, y por su orden llegaron hasta un paso del señor. el muchacho y niña ya dichos, y todos los demás, como iban en su orden. le hicieron una muy gran reverencia, bajando sus cabezas, y el cacique y los demás la recibieron inclinando las suyas. Hecho esto cada cual a su cacique, que eran dos parcialidades, por la misma orden que iban el niño y los demás se volvieron hacia atrás, sin quitar el rosto de ellos cuando veinte pasos, por la orden que tengo dicho; y allí los labradores hincaron sus arados en el suelo en renglera, y de ellos colgaron aquellos costales de papas, muy escogidas y grandes, lo cual hecho, tocando sus atabales, todos e pie, sin mudarse de un lugar, hacían una manera de baile, alzándose sobre las puntas de los pies, y de rato en rato alzaban hacia arriba aquellas bolsas que en las manos tenían. Solamente hacían éstos esto que tengo dicho, que eran los que iban con aquel muchacho y muchacha, con todas sus dueñas, porque todos los caciques y la demás gente estaban por su orden sentados en el suelo con muy gran silencio, escuchando y mirando lo que hacían. Esto hecho, se sentaron y trajeron un cordero de hasta un año, sin ninguna mancha, todo de una color, otros indios que habían ido por él, y adelante del señor principal, cercado de muchos indios alrededor porque yo no lo viese, tendido en el suelo vivo, le sacaron por un lado toda la asadura, y ésta fue dada a sus agoreros, que ellos llamaban guacamayos, como sacerdotes entre nosotros. Y vi que ciertos indios de ellos llevaban aprisa cuando más podían de la sangre del cordero en las manos y la echaban entre las papas que tenían en los costales. Y en este instante salió un pricipal que había pocos días que se había vuelto cristiano, como diré abajo, dando voces y llamándolos de perros y otras cosas en su lengua, que no entendí; y se fue al pie de una cruz alta que estaba en medio de la plaza, desde donde a mayores voces, sin ningún temor, osadamente reprendía aquel rito diabólico. De manera que con sus dichos y mis amonestaciones se fueron muy temerosos y corridos, sin haber dado fin a su sacrificio, donde pronostican sus sementeras y sucesos de todo el año. Y otros que se llaman homo, a los cuales preguntan muchas cosas por venir, porque hablan con el demonio y traen consigo su figura, hecha de un hueso hueco, y encima un bulto de cera negra, que acá hay. Estando yo en entre esto pueblo de Lampaz, un jueves de la Cena vino a mi un muchacho mio que en la iglesia dormia, muy espantado, rogando me levantase y fuese a bautizar a un cacique que en la iglesia estaba hincado de rodillas delante de las imágenes, muy temeroso y espantado; el cual estando la noche pasada, que fue miércoles de Tinieblas, metido en una guaca, que es donde ellos adoran, decía haber visto un hombre vestido de blanco, el cual le dijo que qué hacía allí con aquella estatua de piedra. Que se fuese luego, y viniese para mí a volverse cristiano. Y cuando fue de día yo me levanté y recé mis horas, y no creyendo que era así, me llegué a la iglesia para decir misa y no hallé de la misma manera, hincando de rodillas. Y como me vio se achó a mis pies, rogándome mucho le volviese cristiano, a lo cual respondí que sí haría, y dije misa, la cual oyeron algunos cristianos que allí estaban; y dicha, lo bauticé, y salió con mucha alegría, dando voces, diciendo que él ya era cristiano, y no malo, como los indios; y sin decir nada a persona ninguna, fue adonde tenía su casa y la quemó, y sus mujeres y ganados repartió por sus hermanos y parientes, y se vino a la iglesia, donde estuvo siempre predicando a los indios lo que les convenía para su salvación, amonestándolos se apartasen de sus pecados y vicios; lo cual hacía con gran fervor, como aquel que estaba alumbrado por el Epíritu Santo, y a la continua estaba en la iglesia o junto a una cruz . Muchos indios se volvieron cristianos por las persuasiones de este nuevo convertido. Contaba que el hombre que vio estando en la guaca o templo del diablo era blanco y muy hermoso, y que sus ropas asimismo eran resplandecientes".
Esto me dio el clérigo por escrito, y yo veo cada día grandes señales por las cuales Dios se sirve en estos tiempos más que en los pasados. Y los indios se convierten y van poco a poco olvidando sus ritos y malas costumbres, y si se han tardado, ha sido por nuestro descuido más que por la malicia de ellos; porque el verdadero convertir los indios ha de ser amonestando y obrando bien, para que los nuevamente convertidos tomen ejemplo.

Capítulo CXVIII

De cómo queriéndose volver cristiano, un cacique comarcano de la villa de Ancerma veía visiblemente a los demonios, que con espantos le querían quitar de su buen propósito.

En el capitulo pasado escribí la manera cómo se volvió cristiano un indio en el pueblo de Lampaz; aquí diré otro extraño caso, para que los fieles glorifiquen el nombre de Dios, que tantas mercedes nos hace, y los malos y incrédulos teman y reconozcan las obras del Señor. Y es que siendo gobernador de la provincia de Popayán el adelantado Belalcázar, en la villa de Ancerma, donde era su teniente un Gómez Hernández, sucedió que casi cuatro leguas de esta villa está un pueblo llamado Pirse, y el señor natural de él teniendo un hermano mancebo de buen parecer que se llama Tamaracunga, y inspirando Dios en él, deseaba volverse cristiano y quería venir al pueblo de los cristianos a recibir bautismo. Y los demonios que no les debía agradar el tao deseo, pesándoles de perder lo que tenían por tan ganado, espantaban a este Tamaracunga de tal manera que lo assombraban, y permitiéndolo Dios, los demonios, en figura de una aves hediondas llamadas auras, se ponían donde el cacique solo las podía ver; el cual, como se sintió tan perseguido del demonio, envió a toda prisa a llamar a un cristiano que estaba cerca de allí; el cual fue luego donde estaba el cacique, y sabida su intención, lo signó con la señal de la cruz, y los demonios lo espantaban mas que primero, viéndolos solamente el indio, en figuras horribles. el cristiano veía que caían piedras por el aire y silbaban; y viniendo del pueblo de los cristianos un hermano de un Juan Pacheco, vecino de la misma villa, que a la razón estaba en ella en lugar del Gómez Hernández, que había salido, a lo que dicen, de Caramanta, se juntó con el otro, y veían que el Tamaracunga estaba muy desmayado y maltratado de los demonios; tanto que en presencia de de los cristianos lo traían por el aire de una parte a otra, y él quejándose, y los demonios silbaban y daban alaridos. Y algunas veces, estando el cacique sentado y teniendo delante un vaso para beber, veían los dos cristianos cómo se alzaba el vaso con el vino en el aire y dende a un poco parecía sin el vino, y a cabo de un rato veían caer el vino en el vaso, y el cacique tabápase con mantas el rostro y todo el cuerpo por no ver las malas visiones que tenía delante; y estando así, sin se tirar ropa ni desatapar la cara, le ponían barro en la boca como que lo querían ahogar. En fin, los cristianos, que nunca dejaban de rezar, acordaron de volverse a la villa y llevar al cacique para que luego se bautizase y vinieron con ellos y con el cacique pasados de doscientos indios; mas estaban tan temerosos de los demonios, que no osaban llegar al cacique; y yendo com los cristianos, llegaron a unos malos pasos, donde los demonios tomaron al indio en el aire para despeñarlo, y él daba voces diciendo: "Váleme, cristianos, váleme"; los cuales luego fueron a él y le tomaron en medio, y los indios ninguno osaba hablar, cuanto más ayudar a este, que tanto por los demonios fue perseguido para provecho de su ánima y mayor confusión y envidia de este cruel enemigo nuestro; y como los dos cristianos viesen que no era Dios servido de que los demonios dejasen a aquel indio y que por los riscos los querían despeñar tomáranlo en medio y atando unas cuerdas a los cintos rezando y pidiendo a Dios los oyese, caminaron con el indio en medio de la manera ya dicha, llevando tres cruces en las manos; pero todavía los derribaron algunas veces, y con trabajo grande llegaran a una subida, donde se vieron en mayor aprieto. Y como estuviesen cerca de la villa, enviaron a Juan Pacheco un indio para que vinisse a socorrerlos, el cual fue luego allá, y cómo de juntó con ellos, los demonios arrojaban piedras por los aires, y de esta suerte llegaron a la villa, y se fueran derechos con el cacique a las casas de este Juan Pacheco, adonde se juntaron todos los más de los cristianos que esraban en el pueblo, y todos veían caer piedras pequeñas de lo alto de la casa y oían silbos. Y como los indios, cuando van a la guerra dicen "Hu, hu, hu.", así oían que lo decían los demonios muy aprisa y recio. Todos comenzaron a suplicar a nuestro Señor que, para gloria suya y salud del ánima de aquel infiel, no permitiése que los demonios tuviesen poder de matarlo; porque ellos por lo que andaban, según las palabras que el cacique les oía, era porque no se volviese cristiano. Y como tirasen muchas piedras, salieron para ir a la iglesia; en la cual por ser de paja, no había Sacramento, y algunos cristinos dicen que oyeron pasos por la misma iglesia antes que se abriese, y como la abrieron y entraron dentro, el indio Tamaracunga dicen que decía que veía los demonios con fieras cataduras, las cabezas abajo y los pies arriba. Y entrado un fraile llamado fray Juan de Santa María, de la orden de nuestra Señora de la Merced, a bautizarle, los demonios, en su presencia y de todos los cristianos, sin verlos más que sólo el indio, lo tomaron y lo tuvieron en el aire, poniéndolo como ellos estaban, la cabeza abajo de los pies arriba. Y los cristianos, diciendo a grandes voces: "Jesucristo sea con nosotros", y signándose con la cruz arremetieron al indio y lo tomaron, poniéndole luego una estola y le echaron agua bendita; pero todavía se oían aullidos y silbos dentro de la iglesia, y Tamaracunga los veían visiblemente, y fueron a él y le dieron tantos bofetones, que le arrojaron lejos de allí un sombrero que tenía puesto en los ojos por no verlos, y en el rostro le echaban saliva podrida y hedionda. Todo esto pasó de noche, y venido el día, el fraile se vestió para decir misa, y en el punto que se comenzó, en aquel no se oyó cosa ninguna, ni los demonios osaram parar ni el cacique recibió más daño; y como la missa santísima se acabó, el Tamaracunga pidió por su boca agua del bautismo, y luego hizo lo mismo su mujer y hijo, y después de ya bautizado dijo que, pues ya era cristiano, que lo dejasen andar solo, para ver los demonios si tenían poder sobre él; y los cristianos lo dejaron ir, quedando todos rogando a nuestro Señor y suplicándole que, para ensalzamiento de su santa fe y para que los indios infieles se convirtiesen, no permitiese que el demonio tuviese más poder sobre aquel que ya era cristiano. Y en esto salió Tamaracunga con gran alegría, diciendo: "Cristiano soy", y alabando en su lengua a Dios, dio dos o tres vueltas por la iglesia, y no vio ni sintió más los demonios; antes se fue a su casa alegre y contento, obrando el poder de Dios; y fue este caso tan notorio en los indios, que muchos se volvieron cristianos y se volverán cada día. Esto pasó en el año de 1549 años.

Capítulo CXIX

Cómo se han visto claramente milagros en el descubrimiento de estas Indias y querer guardar nuestro soberano Señor Dios a los españoles, y cómo también castiga a los que son crueles para con los indios.

Antes de dar conclusión en esta primera parte me pareció decir aquí algo de las obras admirables que Dios nuestro Señor ha tenido por bien demostrar en el descubrimiento que los cristianos españoles han hecho en estos reinos, y asimismo el castigo que ha permitido en algunas personas notables en el ellos han sido, porque por lo uno y por lo otro se conozca cómo le habemos de amar como a padre y temer como a Señor y Juez justo; y para esto digo que, dejando aparte el descubrimiento primero, hecho por el almirante don Cristóbal Colón, y los sucesos del marqués don Fernando Cortéz y los otros capitanes y gobernadores que descubrieron la Tierra Firme, porque yo no quiero contar de tán atrás, más solo decir lo que pasó en los tiempos presentes; el marqués don Francisco Pizarro, cuantos trabajos pasó él y sus compañeros, sin ver ni descubrir otra cosa que la tierra que queda a la parte del norte del río de San Juan, no bastaron sus fuerzas ni los socorros que les hizo el adelantado don Diego de Almagro para ver lo de adelante. Y el gobernador Pedro de los Ríos, por la copla que le escribieron, que decía:

!Ah, señor gobernador!
Míraldo bien por entero;
Allá va el recogedor
Acá queda el carnicero.

Dando a entender que Almagro iba por gente para la carnicería de los muchos trabajos y Pizarro los mataba en ellos. Por lo cual envió a Juan Tafur, de Panamá, con mandamiento para que los trajese; y desconfiados de descubrir, se volvieron todos con él, si no fueron trece cristianos que quedaron con don Francisco Pizarro, los cuales estuvieron en la isla de la Gorgona hasta que don Diego de Almagro les envió una nave, con la cual a su ventura navegaron; y quiso Dios, que lo puede todo, que lo que en tres o cuatro años no pudieron ver ni descubrir por mar ni por tierra lo descubriesen en diez o doce diás. Y así estos trece cristianos, con su capitán, descubrieron al Perú, y después, al cabo de algunos años, cuando el mismo marqués, con ciento e sesenta españoles, entyró en él, no bastaran a defenderse de la multitud de indios, si no permitiera Dios que hubiera guerra crudelíssima entre los dos hermanos Guascar y Atabaliba, y ganaron la Tierra. Cuando en el Cuzco generalmente se levantaron los indios contra los cristianos no había más de ciento y ochenta españoles de a pie y de caballo. Pues estando contra ellos Mango inga, con más de doscientos mil indios de guerra, y durante un año entero, milagro es grande escapar de las manos de los indios; pues algunos de ellos mismos afirman que veían algunas veces, cuando andaban peleando con los españoles, que junto a ellos andaba una figura celestial que en ellos hacía gran daño, y vieron los cristianos que los indios pusieron pusieron fogo a la ciudad, el cual ardió por muchas partes, y emprendiendo en la iglesia, que era lo que deseaban los indios ver desecho, tres veces la encendieron, y tantas se apagó de suyo, a dicho de muchos que en el mismo Cuzco de ello me informaron, siendo en donde el fuego ponían paja seca sin mezcla ninguna.
El Capitán Francisco César, que salió a descubrir de Cartagena el año de 1536, y anduvo por grandes montañas, pasados muchos ríos hondables y muy furiosos con solamente sesenta españoles, a pesar de los indios todos, estuvo en la provincia de Guaca, donde estaba una casa principal del demonio, de la cual sacó de un enterramiento treinta mil pesos de oro. Y viendo los indios cuán pocos eran, se juntaron más de vente mil para matarlos, y los cercaron a todos y tuvieron con ellos batalla. En la cual los españoles, puesto que eran tan pocos, como he dicho, y venían desbaratados y flacos, pues no comían sino raíces, y los caballos desherrados, los favoreció Dios de tal manera que mataron y hirieron a muchos indios sin faltar ninguno de ellos; y no hizo Dios sólo este milagro por estos cristianos, antes fue servido de guiarlos por camino que volvieron a Urabá en diez y ocho días, habiendo andado por el otro cerca de un año.
De estas maravillas muchas hemos visto cada día; mas baste decir que pueblan en una provincia donde hay treinta o cuarenta mil indios, cuarenta o cincuenta cristianos; a pesar de ellos, ayudados de Dios están, y pueden tanto, que los sujetan y atraen a sí; y en tierras temerosas de grandes lluvias y terremotos continuos, como cristianos entran en ellas, luego vemos claramente el favor de Dios, porque cesa lo más de todo; y rasgadas estas tales tierras, dan provecho, sin se ver los huracanes tan continuos y rayos y aguaceros que en tiempo que no habían cristianos se veían. Mas es también de notar otra cosa: que puesto que Dios vuelva por los suyos, que llevan por guía su estandarte, que es la cruz, quiere que no sea el descubrimiento como tiranos, porque los que esto hacen vemos sobre ellos castigos grandes. Y así, los que talles fueron, pocos murieron sus muertes naturales, como fueron los principales que se hallaron en tratar la muerte de Atabaliba, que todos no más han muerto miserablemente y con muertes desastradas. Y aun parece que las guerras que ha habido tan grandes en el Perú las permitió dios para castigo de los que en él estaban; y así a los que esto consideraren les parecerá que Carvajal era verdugo de su justicia y que vivió hasta que el castigo se hizo y después pagó él con la muerte los pecados graves que hizo en la vida. El mariscao don Jorge Robledo, consintiendo hacer en la provincia de Pozo gran daño a los indios, y que con las ballestas y perros matasen tantos como de ellos mataron, Dios permitió que en el mismo pueblo fuese sentenciado a muerte, y que tuviese por su sepultura los vientres de los mismos indios, muriendo asimismo el comendador Hernán Rodríguez de Soza y Baltazar de Ledesma, y fueron juntamente con él comidos por los indios habiendo primero sido demasiadamente cruelles contra ellos. El adelantado de Belalcázar, que a tantos indios dio muerte en la provincia de Quito, Dios permitió de castigarle, con que en el vida se vio tirado del mando de gobernador por el juez que le tomó cuenta, y pobre y lleno de trabajos, tristezas y pensamientos, murió en la gobernación de Cartagena, viniendo con su residencia a España. Francisco García de Tovar, que tan temido fue de los indios, por los muchos que mató, ellos mismos le mataron y comieron.
No se engañe ninguno en pensar que Dios no ha de castigar a los que fueren crueles para con estos indios, pues ninguno dejó de recibir a la pena conforme al delito. Yo conocí un Roque Martín, vecino de la ciudad de Cali, que a los indios que se no murieron cuando viniendo de Cartagena llegamos aquella ciudad, haciéndolos cuartos, los tenía en la percha para dar de comer a sus perros; después indios lo mataron, y aún creo que comieron. Otros muchos pudiera decir que dejo, concluyendo con que, puesto que nuestro Señor en las conquistas y descubrimientos favorezca a los cristianos, si después se vuelten tiranos, castígalos severamente, según se ha visto y ve, permitiendo que algunos mueran de repente, que es más de temer.

Capítulo CXX

De las diócesis u obispados que hay en este reino del Perú, y quién son los obispos de ellos, y de la cancillería real que está en la ciudad de los reyes.

Pues en muchas partes de esta escritura he tratado los ritos y costumbres de los indios y los muchos templos y adoratorios que tenían, donde el demonio por ellos era visto y servido, me parece será bien escribir los obispados que hay y quién han sido y son los que rigen las iglesias, pues es cosa tan importante el tener, como tienen, a su cargo tantas ánimas. Después que se descrubió este reino. como se hubiese hallado en la conquista el muy reverendo señor don fray Vicente de Velverde, de la orden de santo Domingo, traídas las bulas del Sumo Pontífice, su majestad le nombró por obispo del reino, el cual fue hasta que los indios lo mataron en la isla de Puna. Y como se fuesen poblado ciudades de españoles, acrecentáronse los obispados; y así se proveyó por obispo del Cuzco el muy reverendo señor don Juan Solano, de la orden del señor santo Domingo, que vive en este año de 1550, y es al presente obispo del Cuzco, donde está la silla episcopal, y de Huamanga, Arequipa, la nueva ciudad de la Paz y de la villa de Plata. De la ciudad de lso Reyes y Trujillo, Huánuco, Chachapoyas, lo es el reverendísimo señor don Hierónimo de Loayza, fraile de la misma orden, el cual en este tiempo se nombró por arzobispo de los Reyes. De la ciudad de San Francisco de Quito y de San Miguel, Puerto Viejo, Guayaquill, es obispo don García Díaz de Arías; tiene su silla, en el Quito, que es la cabeza de su obispado. De la gobernación de Popayán, es obispo don Juan Valle; tiene su asiento en Popayán, que es cabeza de su obispado, en el cual se incluyen las ciudades y villas que conté en la descripción de la dicha provincia. Estos señores son los que yo dejé por obispos al tiempo que salí del reino, los cuales tienen en los pueblos y ciudades de sus obispados cuidados de poner curas y clérigos que celebren los divinos oficios. La gobernación del reino resplandece en este tiempo en tanta manera, que los indios enteramente son señores de sus haciendas y personas;, y los españoles temen los castigos que se hacen, y las tiranías y malos tratamientos de indios han ya cesado por la voluntad de Dios, que cura todas las cosas con su gracia. Para esto ha aprovechado poner audiencias y cancillerías reales y que en ellas estén varones doctos de autoridad, y que, dando ejemplo de su limpieza, osen ejecutar la justicia y haber hecho la tasación de los tributos en este reino. Es virrey el excelente señor don Antonio de Mendoza, tan valeroso y abastado de virtudes cuando falto de vicios, y oidores los señores el licenciado Andrés de Cianca y el doctor Bravo de Saravia y el licenciado Hernando de Santillán. La corte y cancillería real está puesta en la ciudad de los Reyes. Y concluyo este capítulo con que, al tiempo que en el consejo de su majestad de Indias se estaba viendo por los señores de él esta obra, vino de donde estaba su majestad el muy reverendo señor don fray Tomás de San Martín, proveído por obispo de los Charcas, y su obispado comienza desde el término donde se acaba lo que tiene la ciudad del Cuzco hacia Chile, y llega hasta la provincia de Tucuma, en el cual quedan la ciudad de la Paz y la villa de Plata, que es cabeza de este nuevo obispado que ahora se provee.

Capítulo CXXI

De los monastérios que se han fundado en el Perú desde el tiempo que se descubrió hasta el año de 1550 años

Pues en el capítulo pasado he declarado brevemente los obispados que hay en este reino, cosa conveniente será hacer mención de los monasterios que se han fundado en él, y quién fueron los fundadores, pues en estas cosas asisten graves varones, y algunos muy doctos. En la ciudad del Cuzco está una casa de señor Santo Domingo, en el propio lugar que los indios tenían su principal templo; fundóla el reverendo padre fray Juan de Olías. Hay otra casa de señor San Francisco; fundóla el reverendo padre Pedro Portugués. De nuestra Señora de la Merced está otra casa; fundóla el reverendo padre fray Sebastián. En la ciudad de la Paz está otro monastério de señor San Francisco; fundólo el reverendo padre fray Francisco de los Angeles. en el pueblo de Chuquito está otro de dominicos; fundólo el reverendo padre fray Tomás de San Mártin. En la villa de Plata está otro de franciscanos; fundólo el reverendo padre fray Hierónimo. en Guamanga está otro de dominicos; fundólo el reverendo padre fray Martín de Esquivel, y otro monastério de nuestra Señora de la Merced; fundólo el reverendo padre fray Sebastián. en la ciudad de los Reyes está otro de franciscanos; fundólo el reverendo padre fray Francisco de Santa Ana; y otro de dominicos; fundólo el reverendo padre fray Juan de Olías. Otra casa esta en nuestra Señora de la Merced; fundóla el reverendo padre fray Miguel de Orenes. En el pueblo de Chincha está otra casa de Santo Domingo; fundóla el reverendo padre fray Domingo de Santo Tomás. en la ciudad de Arequipa está otra casa de esta orden, fundóla el reverendo padre fray Pedro de Ulloa. Y la ciudad de León de Guánuco está otra; fundóla el mismo padre fray Pedro de Ulloa. En el pueblo de Chicama está otra casa de esta misma orden; fundóla el reverendo padre fray Domingo de Santo Tomás. En la ciudad de Trujillo hay monastério de franciscos, fundado por el reverendo padre fray Francisco de la Cruz, y otro de la Merced, que fundó el reverendo padre fray... En el Quito está otra casa de dominicos; fundóla el reverendo padre fray Alonso de Montenegro, y otro de la Merced que fundó el reverendo padre fray........, y otro de franciscos, que fundó el reverendo padre fray Iodoco Rique, flamenco. Algunas casas habrá más de las dichas, que se habrán fundado, y otras que se fundarán por los muchos religiosos que siempre vienen proveídos por su majestad y por los de su consejo real de Indias, a los cuales se les da socorro, con que puedan venir a entender en la converción de estas gentes, de la hacienda del Rey, porque así lo manda su majestad, y se ocupan en la doctrina de estos indios con grande estudio y diligencia. Lo tocante a la tasación y otras cosas que convenía tratarse, quedará para otro lugar, y con lo dicho hago fin con esta primera parte, a gloria de Dios todopoderoso nuestro Señor, y de su bendita y gloriosa Madre, Señora nuestra. La cual se comenzó a escribir en la ciudad de Cartago, de la gobernación de Popayán, año 1541, y se acabó de escribir originalmente enla ciudad de los Reyes, del reino del Perú, a 8 días del mes de setiembre de 1550 años, siendo el autor de edad de treinta y dos años, habiendo gastado los diez y siete de ellos en estas Indias.

Bibliografía