“Mamala”, “tatala” y otros

por 25 marzo, 20099 Comentarios

Gómez Bacarreza, autor boliviano que escribe sobre lenguas indígenas vernáculas, indica claramente que el sufijo -la tiene en aymara un significado peyorativo que él traduce como despreciable,1 y lo ilustra el propio autor (la glosa es mía):

[1] kuna tata.la.sa    purin.i
    qué  señor.PEY.TOP llegar.3p
    ¿qué hombre despreciable ha llegado?

Esto no merecería una línea de comentario si no fuese porque puede comprebarse que, en algunos lugares del mundo aymara, esto diverge totalmente de la realidad. Por ejemplo, el aymara de la localidad de Muylaque (Moquegua, Perú) utiliza algunos términos de parentesco en donde se puede encontrar el mencionado sufijo tales como tatala, mamala o ipala.2

Hay razones de sobra para pensar acerca de estos términos. Una de ellas es su uso. En efecto, en Muylaque se usa tatala y mamala con el significado de padre y madre respectivamente, donde las variantes altiplánicas suelen emplear tata y mama a su vez. Todo esto es muy interesante porque, no hay forma de atribuir peyoratividad al tatala y mamala muylaqueños, siendo además que ipala (en español tía) es un tratamiento de respeto que se da, haya o no parentesco entre los hablantes, a las mujeres que ya han superado los días de su juventud.

¿Cómo asumir dos interpretaciones de este sufijo que son de signo opuesto?. Uno se sentiría tentado a desautorizar a Gómez Bacarreza si no fuera por dos circunstancias:

  • El aymara de Muylaque es muy especial, aparte de constituir tan sólo un ejemplo de toda la casuística que sin duda puede encontrarse en la lengua. Esta y otras divergencias son esperables y asumibles.
  • Existen contraejemplos que pueden apoyar lo expuesto por el autor que aquí se comenta.

Véase algún contraejemplo. Para ello hace falta encontrar algún uso del sufijo -la que dé un significado claramente negativo, o al menos no abiertamente positivo: ese término podría ser tiwula (esp. zorro), animal que causa pérdidas innegables en el ganado que suele criar el campesino aymara. Apoyando a Gómez Bacarreza, un zorro bien podría calificarse como despreciable. Además, al zorro, en la comunidad tradicional aymara, se le atribuyen características sobrenaturales malignas, como por ejemplo inducir el sueño en las personas para evitar ser detectado.

Otro ejemplo que viene a apoyar lo dicho por Gómez Bacarreza es la voz chuqila que sirve para nombrar a los que viven del pastoreo, opuestos en el mundo tradicional a los aymaras que son agricultores. Estos últimos suelen tener en menos a los primeros, a quienes consideran sólo parcialmente civilizados.3 No es extraño, por tanto, que una de las acepciones de chuqila, al referirse a una persona, sea precisamente esta: inútil.2

Hasta aquí, ninguna conclusión, tan solamente mucha curiosidad sobre cómo podríamos explicara, para un mismo morfema, una semántica diatópicamente tan contradictoria. El idioma aymara es siempre sorprendente.

Notas

1 (Gómez Bacarreza, 2005: 65)

2 El informante es Elmer Banegas Flores, un joven aimarahablante de Muylaque, Prov. Mariscal Nieto, Moquegua, Perú.

3 (Harris & Bouysse-Cassagne, 1988: 230)

Bibliografía

  • GÓMEZ BACARREZA, D. (2005) Manual de gramática aymara. La Paz.
  • HARRIS, O. & BOUYSSE-CASSAGNE, T. (1988) “Pacha: en torno al pensamiento aymara” en
    ALBÓ, X. (compilador) Raíces de América: el mundo aymara, Alianza Editorial, Madrid.

A. Condori

Editor

Escribiendo para la aymarasfera desde los dosmiles